Una patada violenta. La frustración de los diez meses anteriores había hecho crisis en mí y con la paciencia de una criatura de tres años, me la agarré con la pared de la bañera. Pero las bañeras no perdonan. Casi instantáneamente se me hinchó el tobillo con distintos tonos de azul y violeta y un momento después, ese pie ya no pudo soportar el más mínimo peso. Estuve cojeando durante dos días, totalmente consciente de que mi corazón necesitaba sanar más que mi tobillo.
Había estado vagando por un desierto de soledad y duda después de mudarnos del pueblo pequeño que amaba a una ciudad grande. Sabía que Dios nos había llevado a tomar la decisión de mudarnos, pero los meses que me llevó encontrar una iglesia nueva, una casa nueva, todo nuevo, me habían pasado factura. Extrañaba a mis amigas y deseaba afincarme ya. Nuestro contrato provisional de renta estaba por vencer, teníamos los muebles en un depósito y me hacía falta la estabilidad que da tener la casa propia.
Tal vez usted haya sentido que vagaba por un desierto de soledad sin amigos, familiares o una iglesia. Quizás haya tenido que soportar un desierto de duda durante mucho más tiempo del que había previsto a pesar de sus oraciones. O quizás en este mismo momento se encuentre en un desierto de profundo dolor o sufrimiento desde que su vida se derrumbó.
Cuando estamos en el desierto, queremos salir rápido. Pero enfocarnos en salir puede hacernos perder las enseñanzas que Dios tiene allí para nosotros. Sentimos que el entorno del desierto es árido, pero puede albergar mucha riqueza espiritual. Estas son varias verdades a tener presentes cuando se encuentre en el desierto.
Dios nos cuida en el desierto. Si Dios lo guía hacia el desierto, puede confiar en que Él se va a ocupar de usted. Él guió a los israelitas hacia el desierto. Él llevó allí a David, a Elías e incluso a Jesús. Pero Dios nunca los dejó abandonados a su suerte. Él le envió maná a Israel, le brindó seguridad a David; a Elías, pan y carne. Y después de que Jesús ayunó durante 40 días en el desierto, Dios envió ángeles para que lo cuidaran. Dios también lo cuidará a usted en el desierto.
Dios se da a conocer en el desierto. Cuando Agar huyó al desierto después de ser maltratada y rechazada, Dios se le apareció. Ella lo llamó “el Dios que me ve” (Génesis 16:13 NVI). Cuando Moisés estaba en el desierto, Dios se le apareció, dándose a conocer como “Yo soy el Señor” (Éxodo 6:2–3 NVI). En distintas oportunidades, Dios se dio a conocer a los hebreos como el pan del cielo, el agua viva, el Santo, el legislador y la roca.
En el monte Sinaí, Dios se dio a conocer como “El Señor, el Señor, Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:6 NVI). No se pierda las distintas maneras en que Dios se le da a conocer en el desierto.
El desierto es un lugar de preparación, no de permanencia. Dios no nos deja plantados en los lugares desiertos de la vida para siempre. Los utiliza para prepararnos para el lugar al que nos guiará después. Este es un patrón que se repite una y otra vez en la Biblia. Dios guió a los israelitas al desierto para convertirlos en una nación, darles Su ley y enseñarles a adorar, con el fin de prepararlos para la Tierra Prometida.
Dios guió a Jesús al desierto, donde Jesús ayunó y oró durante 40 días y fue tentado antes de comenzar Su ministerio público. Pablo desapareció en el desierto durante tres años antes de iniciar sus viajes misioneros de evangelización. ¿Para qué lo está preparando Dios?
El objetivo del desierto no es perjudicarlo, sino dejarle enseñanzas. Deuteronomio 8:15–16 NVI dice: “El Señor te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones…así te humilló y te puso a prueba, para que al fin de cuentas te fuera bien” [énfasis añadido en la cita].
Dios siempre quiere que nos vaya bien. No haga como yo, que quise salir de las situaciones desérticas a patadas. Dios ya tiene en mente un final bueno. Mientras espera, llegue a conocerlo en otros aspectos, confíe en Su provisión y prepárese para lo que Él le tiene reservado. Y cuando Él le dé a conocer un nuevo paso, dé ese paso. No está solo.