Cuando era niña, me fascinaba armar rompecabezas. Mi mamá me los compraba de vez en cuando en ventas de garaje o ferias de usados. Siempre me atraía el desafío de abrir una caja más, arremangarme y poner manos a la obra.

Sacaba todas las esquinas y laterales para crear el borde; luego separaba el resto de las piezas por color y fondo. Las arreglaba en pequeñas pilas por toda la mesa para ser lo más eficiente y estratégica posible al trabajar.

Siempre tenía la tapa de la caja parada frente a mí para guiarme. No me importaba si me llevaba horas o días; estudiaba las piezas para determinar cómo encajaban perfectamente. No paraba hasta terminar mi obra maestra. Mi trabajo estaba completo cuando la imagen que tenía enfrente era igual a la de la caja.

Era un pasatiempo divertido, hasta el día que me empecé a tomar las cosas demasiado en serio. Casi había terminado de armar un rompecabezas cuando me di cuenta de que había más espacios vacíos que las dos o tres piezas que quedaban en la mesa. Me llené de frustración mientras me llenaba las manos de piezas del rompecabezas, las tiraba dentro de la caja y lanzaba el rompecabezas incompleto a la basura.

“¿Por qué no avisa la gente cuando faltan piezas?”—le dije a mi mamá, lamentándome.

Me respondió con una pregunta que no me gustó en ese momento: “¿Te divertiste?”.

“¡Sí, pero esa no es la cuestión!”.

“Esa es exactamente la cuestión, Christina” me contestó. “Si hubieras sabido que no iba a resultar como querías, ni siquiera lo habrías intentado. Entonces, te habrías perdido toda la diversión”. Tenía razón, pero no diría que mi mente infantil entendió su percepción ese día.

Desde que salí de la cárcel hace cinco años, una de las grandes dificultades que he tenido es comenzar cosas nuevas sin garantía de que van a funcionar. Tuve relaciones nuevas, trabajos nuevos y prioridades nuevas…y a veces esas cosas me dan miedo.

El proceso de llevar esta forma nueva de vida ha sido muy similar a armar un rompecabezas. La mayoría de los días preparo cuidadosamente los detalles y las decisiones que tengo por delante y preparo mentalmente una buena estrategia para lograr mis planes. Pero a veces las cosas no salen como había previsto.

De alguna manera hay una pieza del rompecabezas que me falta y me impide progresar. Puede que me estén faltando las circunstancias de una situación o tal vez espero cosas de los demás o de mí misma que no debería esperar.

Aún a los 50 años me enoja la incertidumbre, tal como cuando era niña. Agradezco la gracia, porque a menudo fallo en este aspecto. También agradezco tanto tener esa fuente de sabiduría a la que puedo acudir cuando tengo que enfrentar un resultado que no es el esperado.

Rendirme ya no es una alternativa; entonces en esos momentos de decepción o frustración Proverbios 19:21 me ayuda a ver las cosas desde una perspectiva más madura: “El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor”. Este versículo me recuerda las palabras de aliento de mamá cuando tuve esa rabieta hace tantos años.

El Señor sabe el final desde el principio. Él tiene un propósito para permitir cada resultado y nuestra tarea es confiar en Él, aun cuando lo único que vemos es la imagen no terminada (2 Corintios 5:7).

Tal vez al rompecabezas que está tratando de armar hoy también le falten algunas piezas. No importa. Solo tenga presente que Dios tiene su vida entera en Sus manos, hasta los detalles que usted no puede ver.

No se quede atrapado en lo que piensa que va a ser la imagen terminada. Hay lecciones y momentos de gozo en su recorrido que se perdería si el Señor se lo revelara todo de una vez. Si conociera el proceso, tal vez elegiría no hacer las cosas difíciles, pero entonces no vería la belleza del camino a recorrer.

Confíe en que Dios le dará lo que necesita para hacer su parte y déjele a Él las piezas que faltan.

 

Christina Kimbrel es la Gerente de Producción de VL. Tras pasar por la cárcel, ahora lleva esperanza a quienes están presos de sus circunstancias pasadas o presentes, compartiendo el mensaje de sanación que encontró en Jesús.