“Señor, ayúdame. Por favor, sácame de aquí”.

Mis abuelos me habían enseñado que Dios escucha nuestras oraciones. Bueno, yo necesitaba que Él escuchara las mías. Tenía 12 años y vivía en un hogar de acogida grupal porque ya nadie sabía cómo lidiar conmigo.

No sabía orar muy bien, pero sí que Dios era el único que podía transformarme lo suficiente como para salir de ese lugar. Y entendía que tenía que cambiar. Mis acciones me estaban llevando a situaciones que no deseaba.

Estaba enojado con el mundo y sentía que nadie estaba de mi lado. Mis emociones a menudo se apoderaban de mi cuerpo y mi boca, y me metían en problemas. Estaba repleto de ira, pero no tenía idea de qué hacer con ella.

Los demás me habían decepcionado muchas veces, estaba acostumbrado. Pero no podía culpar a nadie más que a mí mismo del lío en el que me encontraba en ese momento. Mi trabajadora social me advirtió que, si no modificaba mi comportamiento, iba a terminar en un lugar para personas con desequilibrios mentales. Pero no sabía cómo cambiar.

Entonces dije esa oración y Dios comenzó a resolver las cosas para mi bien (Romanos 8:28). En marzo de 2023, hizo que una dama conocida como la Sra. Deborah me abriera su casa. Ya me había quedado con ella brevemente en cuidado temporal y ella me había dicho que veía potencial en mí. Dios había puesto Su amor por mí en el corazón de esa mujer. Y gracias a su devoción por Dios, la Sra. Deborah dio un paso al frente y me acogió, aunque sabía que no sería fácil.

Tomó un tiempo que me colocaran con la Sra. Deborah de manera permanente. Sin embargo, ella siempre me recordaba: “Tony, sigue confiando en Dios y en Su plan. Sigue alabándolo y adorándolo. Da testimonio de Su bondad ante los demás y estudia Su palabra”.

La Sra. Deborah me enseñó que, si guardaba la palabra de Dios en mi corazón, no continuaría pecando contra Él (Salmo 119:11). Y tenía razón. La palabra del Señor le dio una salida a mi ira. Todas las mañanas meditaba sobre Efesios 4:26–27. Dice: “’Si se enojan, no pequen’. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol ni den cabida al diablo”. (NVI)

Mi ira le había dado al diablo una gran entrada a mi corazón y mi mente, y él la usó para destruir mi vida. La ira humana no produce la justicia que Dios desea. (Ver Santiago 1:19–21).

La Sra. Deborah me enseñó a entregar mi enojo a Dios, amar a las personas y perdonar. Perdonar a quienes me lastimaron es difícil, pero Dios me ayuda a hacerlo. Cuanto más perdono, más libre me vuelvo. A medida que me

esfuerzo por llenar mi mente con las Escrituras, Dios me transforma en una nueva persona (Romanos 12:2). Me vuelvo más como Cristo. Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero he llegado muy lejos.

Ahora tengo 16 años y me asombra ver cómo Dios ha bendecido mi vida. Él no solo perdona mis pecados, sino que me da una salida. La ira no me controla como antes. Todavía tengo momentos de los que no me siento orgulloso, pero sigo volviendo a Dios. Siempre me recibe con los brazos abiertos y con paciencia me muestra un mejor camino a seguir. A diario tengo que aprender a morir con respecto a mi voluntad y vivir para la de Dios.

La edad, raza u origen, no importan. Dios lo ama a usted y lo ayudará. Lo único que necesita es fe en Jesús. Dios ya le ha dado todo lo que necesita en Su Hijo. A través de Su poder divino, Él lo ayudará a llevar una vida piadosa (2 Pedro 1:3) y a experimentar los buenos planes que tiene para usted (Jeremías 29:11).

Quizás sienta que no hay nadie de su lado, pero no es cierto. Siempre tiene a Jesús. Él siempre está de su lado.

 

 

TONY MOORE está agradecido por la intervención de Dios y da la bienvenida a cualquier oportunidad de dar testimonio de Su bondad. Es estudiante de secundaria, miembro del JROTC y ministro en formación.