¿Alguna vez llegó a un cruce peatonal muy transitado, presionó el botón para activar el semáforo y oyó: “¡Espere!”? Ese mensaje enseguida me da ganas de saltar en medio de los autos y fingir que estoy en el videojuego Frogger.

Esperar es un reto. Ya sea que se trate de una oportunidad de trabajo, una relación que se desee iniciar o recuperar, una fecha de liberación de prisión, la curación de una lesión o enfermedad, o simplemente una dirección en la vida, la espera a menudo se siente como una experiencia inútil, pasiva y frustrante. Pero no tiene que ser así.

La Biblia enseña que la espera no es un período de inactividad. Es un tiempo en el que Dios trabaja intensamente en moldearnos, enseñarnos, madurarnos y prepararnos para lo que está por venir.

No comprender los beneficios de esperar a menudo genera comportamientos impulsivos: impaciencia, frustración e ira. Entender el tiempo de Dios es esencial. Proverbios 3:5–6 dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar” (NVI).

Me aferré a este pasaje de las Escrituras mientras restauraba mi relación con mis hijos. Por mi adicción al alcohol y las drogas, había perdido la custodia y la patria potestad. La vergüenza hizo que me hundiera aun más en mis vicios, y a eso se sumaban la falta de vivienda, los delitos, el tráfico de drogas, el robo y la cárcel. Pero entonces encontré a Jesús. Y cuando le entregué mi caos, Él comenzó a transformar mi vida.

Al principio, me sentí una mujer nueva y creció dentro de mí el anhelo de recuperar mi condición de madre. El Señor me reveló que volvería a estar con mis hijos, pero pasaron cuatro años antes de que se cumpliera Su promesa.

Durante la espera, sentí aburrimiento, dudas y frustración. De hecho, traté de tomar el asunto en mis propias manos, pero eso me trajo más complicaciones y contratiempos. En Su sabiduría, Dios sabía que yo no estaba lista para ser mamá. Primero necesitaba tiempo para aprender a tener compromiso y constancia.

Poner el futuro de mi maternidad en manos de Dios no fue fácil al principio. Pero mientras más conocía Su amor y Sus caminos, más le confiaba los deseos de mi corazón (Salmo 37:4). Me di cuenta de que la espera no era una señal de que el Señor no existía o de que me había abandonado, sino de que participaba de forma activa en mi vida.

En Hechos 9, leemos sobre Saulo, también conocido como el apóstol Pablo. Saulo se encontró con Jesús mientras viajaba a Damasco para perseguir a los cristianos. Tres días después, fue llamado a proclamar Su nombre tanto a gentiles como a judíos. Uno pensaría que Pablo, siendo un hombre de acción, se habría ido directo a la población más cercana para comenzar a predicar. Pero no.

Ni siquiera consultó a otras personas. En cambio, se recluyó con Dios. Y durante los siguientes 11 años, el mismo Jesús le reveló todo lo que necesitaría para cumplir con su llamado (Gálatas 1:11–24).

Al igual que Pablo, tenemos que aprender a aceptar la espera y confiar en el tiempo de Dios. Sus planes siempre son buenos, nos acercan a la semejanza con Cristo y la plenitud (Santiago 1:4). Además, siempre tienen un propósito. Dios no intenta controlarnos o ser malvado; nos da lo mejor de Sí.

A continuación le indico siete cosas que lo ayudarán a usted a aceptar la espera:

Ríndase a diario. Entregar su vida a Dios le brinda seguridad y apoyo. Comience cada día con una oración de rendición para pedirle que haga Su voluntad en su vida y no la de usted. Pida también ayuda para confiarle el resultado a Él.

Ore sin cesar. Desarrolle una relación más profunda con su Padre celestial a través de la oración constante (1 Tesalonicenses 5:16–18). Resista la tentación de darse por vencido o apresurarse, sin importar cuánto demore la respuesta a su petición. Al orar, hallará fortaleza y revelación.

Busque apoyo en las Escrituras. Sumérjase en la palabra de Dios para profundizar su relación con su Padre celestial. Medite y memorícelas para siempre tener presente Su leal amor. Hallara sabiduría, poder y paz. Enfocarse en el carácter de Dios y Sus promesas también le dará fortaleza.

Recuerde la lealtad de Dios. Reflexione y haga un recuento de casos en los que Dios se ha manifestado para usted y otros. Esos testimonios y relatos fortalecerán su fe. Lleve un registro mientras espera: anote sus oraciones, lo que está aprendiendo y cómo ve a Dios moverse. Cuando las cosas se pongan difíciles, piense en esas verdades.

Practique la gratitud. Haga que agradecer a Dios por las bendiciones que tiene sea una disciplina diaria, aunque parezcan pequeñeces. La gratitud nos recuerda que Dios ya obra en nuestras vidas. También nos ayuda a conservar la esperanza y la positividad durante la espera.

Conéctese con su comunidad. Es tentador aislarse mientras se está en expectativa, pero la conexión con una comunidad llena de fe es un soporte de vida fundamental. Comparta sus luchas e incertidumbres con amigos de confianza. Rodéese de personas que lo animen, oren por usted y caminen a su lado mientras espera. Sus oraciones y aliento lo ayudarán a mantenerse enfocado en las promesas de Dios. Si se encuentra en aislamiento forzado, lea “Tras las rejas” en la página 28s de esta revista para hallar ánimo en el Señor.

Practique el quedarse quieto. Resista la tentación de adelantarse a Dios. En lugar de eso, entréguele su proceso a Él. Si elige quedarse quieto (Salmo 46:10) y confía en que Dios hace que todas las cosas cooperen para su bien (Romanos 8:28), encontrará paz.

Estos siete hábitos me ayudaron a aceptar la espera y madurar en el proceso. Como resultado, recibí lo mejor de Dios para mi vida.

Hoy, no solo he recuperado mis derechos legales, sino que tengo una relación con mis hijos y camino junto a ellos en sus experiencias de fe. Si hubiera forzado mi regreso a sus vidas según mis términos y tiempos, no habría sido para ellos más que un nombre en un documento legal.

Dios me tenía algo mucho mejor reservado. Quería que yo tuviera una relación con mis hijos, no solo que se me restituyeran mis derechos legales como madre. Ese regalo no hubiera sido posible sin la maduración de la espera.

No solo eso, sino que el Señor también restauró mi relación con mi exesposo y su esposa. No pude más que alabar a Dios cuando nos invitaron a mi esposo, Nick, y a mí a compartir la crianza de mis hijos con ellos. Es algo hermoso que solo Dios pudo hacer posible.

Créame, el tiempo de Dios es perfecto. Si tan solo confía en Él, deja de querer controlar las situaciones y cree en Su amor hacia usted, Él superará con creces sus expectativas con respecto a lo que tanto ansía (Efesios 3:20).

 

 

SHERIDAN CORREA es consejera bíblica y tiene estudios sobre la atención integral basada en el trauma. Está casada, es mamá de dos adolescentes, cantante y una corredora entusiasta, cuya vida Jesús ha cambiado radicalmente. Es la directora de contenidos de VL.