En cuanto puse los pies en el suelo, una suave luz que venía de debajo de la cama iluminó el área. Nunca había visto un dispositivo así en ninguno de los muchos hoteles en que me había quedado y me alegró no tener que andar a tientas en la oscuridad. Mi dedo pequeño aún se recuperaba de un doloroso choque que había tenido con un marco de cama que no vi seis meses antes.
Cuando di el primer paso hacia el baño, recordé el Salmo 119:105: “Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino” (NTV).
Incluso de madrugada, el Espíritu Santo me enseñaba (Salmo 16:7), me bridaba un hermoso ejemplo de cómo la palabra escrita de Dios, con todos sus mandamientos, lecciones y promesas, así como Su palabra hablada (revelada a través de Su Espíritu Santo), podía iluminar cualquier oscuridad y revelar el camino para avanzar.
Lo que me llamó la atención fue la delicadeza de la luz. Era reconfortante, no fuerte. Y estaba cerca. No iluminaría todo el recorrido de mi día de viaje, pero sí el área alrededor de mis pies. Me daba luz suficiente para moverme sin peligro en ese momento.
Con frecuencia deseo que Dios saque Su santa luz y me permita ver todos los detalles de un plan para así sentirme mejor al dar el primer paso. Pero desde que me comprometí a seguirlo, he aprendido que por lo general solo me da la luz suficiente para dar los siguientes pasos de fe. Sabe que si conociera demasiados detalles, me le adelantaría o me paralizaría el miedo.
En ocasiones Dios me da una idea de cuál será el resultado; pero nunca me revela el camino hasta esa consecuencia. Debo dar cada paso por fe, confiando en que cuando llegue adonde termina la luz, Él proveerá otra para mostrarme el trayecto restante.
Así pasó con el reciente reavivamiento de la esperanza de nuestro ministerio. La idea del evento se me ocurrió momentos antes de subir al escenario en nuestra recaudación anual de fondos en septiembre de 2023. Nuestro líder de adoración alababa a Dios cuando la imagen de una tienda blanca y la palabra “reavivamiento” llegaron a mi espíritu.
La idea se consolidó segundos después cuando un adolescente voluntario se acercó y dijo: “Kristi, el próximo año, necesitamos fardos de heno en el escenario para que la gente pueda acercarse y orar. Necesitamos un reavivamiento”.
Esa visión y confirmación que Dios me dio fueron la lámpara que necesitaba para comenzar mi viaje. No tenía idea de cómo hacer un reavivamiento en una carpa, así que recurrí a Su voluntad. Y el Espíritu Santo produjo una luz suave para mis pies con dos palabras: “espacio” y “sencillo”. Para mi sorpresa, esa breve expresión fue la pauta perfecta y el límite para cada decisión que tomamos durante el año siguiente.
Mediante la oración, discerní que debía crear un espacio sencillo para que el pueblo de Dios se encontrará y para que Él se moviera. Por eso, la tienda. Y debíamos reunirnos con un solo propósito: glorificarlo.
Ninguno de los programas debía ser muy complejo, ni debían dar lugar para divisiones raciales, de género o denominacionales. (¡Como si en alguna ocasión hubiera cabida para eso!). También discerní que el evento no iba a ser para recaudar fondos para nuestro ministerio, como en años anteriores. Debía ser un sencillo servicio de adoración y testimonios (Apocalipsis 12:11).
El Señor prometió que si exaltaba Su nombre, Él se encargaría de los demás detalles, como el financiamiento para el reavivamiento y nuestros programas en las prisiones (Mateo 6:33). También discerní que debíamos entrar en el Centro de Detención del Condado de Pitt y reavivar la esperanza de más de 400 hombres y mujeres encarcelados allí con el sencillo Evangelio de Jesucristo.
Mucha gente preguntó a quién traeríamos para hablar. Esperaban grandes nombres. Y seré franca: necesité todas mis fuerzas para no salir corriendo y contratar a un orador o músico cristiano de alto perfil. “Hazlo con sencillez, Kristi”, me recordaba a mí misma. “El nombre que quieres exaltar es el de Jesús”.
Sabía que, así como el Señor quería un espacio sencillo, también quería utilizar a personas sencillas. Y con el tiempo, señaló Su lista de oradores. Incluía a personas como Tony Moore (vea la página 19), un chico de 16 años que vivía en el sistema de hogares de acogida y que tenía problemas escolares y de manejo de la ira. Incluía a otros como Melisha Johnson, Kory Gordon, Mike Taylor, Michael Dixon, Sheridan Correa, Robert Whitner y Christina Kimbrel, todos ellos antiguos encarcelados.
Sin lugar a duda sus testimonios revelarían el poder transformador de Jesucristo y demostrarían la sencillez del Evangelio; pues Dios amó tanto al mundo (Juan 3:16–17).
El Señor también quería usar a personas como Pat Avery, Cliff Godwin, Randy Claypoole, Kenny Munds, Jeff y Mitzi Byrd, April Raines, Deborah Jones, Matt Mollison, Cashae Edmonds, Denise San Miguel, Miguel Núñez y yo. Ninguno de nosotros tenía antecedentes penales, pero sí un historial de pecado que la gracia de Dios había perdonado. Habíamos enfrentado y superado dificultades e inseguridades con Su ayuda. Bajo esa carpa iba a haber personas que necesitaban saber que también podían sobreponerse.
El miedo y la duda lucharon fieramente contra mí. Me preocupaba lo que la gente de la comunidad pensaría sobre nuestro panel. Pocas personas de la iglesia que asistieron al evento habían recibido ministerio de un grupo así. Pero Dios me recordó que Él usa las cosas sencillas (1 Corintios 1:28–30). ¡Y vaya que lo hizo!
También me puso un poco nerviosa lo que Dios pudiera hacer. ¿Qué pasaría si se soltaba y las cosas se ponían movidas en esa carpa? ¿Y qué pasaría si la gente comenzaba a difundir rumores sobre el ministerio y sobre mí? Dios misericordiosamente me dio otra palabra de iluminación: “Olvida tu reputación, Kristi”.
Toda mi vida me ha importado lo que la gente piense de mí. Pero Dios me reveló hace mucho que no podía preocuparme por las opiniones del hombre y servirle bien a Él al mismo tiempo (Proverbios 29:25; Gálatas 1:10). Me he encontrado con muchos detractores a medida que el ministerio ha crecido, y yo he crecido en Cristo gracias a ellos. He tenido que olvidarme de las opiniones de los hombres y de las mías propias muchas veces, porque si no lo hacía, el Señor no podía llevarme adonde Él deseaba. Este evento no era diferente.
Estaba agotada ya cuando se acercaban las fechas del evento, que se haría del 19 al 21 de septiembre. ¿Alguien imaginaba cuánto trabajo estábamos haciendo el equipo y yo? Dios en Su gracia proporcionó otra suave luz a través de Zacarías 4:10 (NTV): “No menosprecien estos modestos comienzos, pues el Señor se alegrará cuando vea que el trabajo se inicia y que la plomada está en [tus] manos”.
¡Guau! Desde que empezó el trabajo, el Señor se regocijó. De pronto, daba igual quién lo viera; lo vio Dios y se complació. ¡Y esa fue toda la luz que necesité para correr hasta la meta!
Cuando reflexiono sobre esta experiencia del reavivamiento de la esperanza, veo que nunca importó el evento, sino el viaje. Lo que cuenta es siempre el viaje. Lo importante es confiar en Dios, renovar nuestras mentes con Su verdad (Romanos 12:2), escuchar Su voz y adaptar nuestros pasos a los Suyos. Al hacerlo, Dios iluminará nuestros caminos y nos guiará adonde Él desea.
Ya sea que usted esté encarcelado o en libertad, puede ver nuestro reavivamiento de la esperanza a través de la cuenta de Facebook de Victorious Living o en las tabletas de la prisión en PANDO.
KRISTI OVERTON JOHNSON motiva a las personas y les da herramientas para que logren la victoria mediante sus historias, conferencias y el ministerio carcelario. Para más información, visite kojministries.orgp