“El evangelio de Jesucristo me sacó de la oscuridad y me llevó a la gloriosa luz de Dios” (Mateo 4:16).
Por esa razón, hoy compartir el evangelio, la buena nueva de que Jesús salva, es mi mayor privilegio y prioridad.
Romanos 10:13 dice que todo el que invoque el nombre de Jesús será salvo. En el momento en que clamé a Él, Dios hizo brillar la luz de Su Hijo en mi vida y me salvó. Y si el Señor puede salvar a un drogadicto sucio, viejo y egocéntrico como yo, puede salvar a quien sea.
Permítame compartir el testimonio de la presencia de Jesús en mí. Esa es mi historia: si no fuera por Él, no tendría ningún relato de redención que contar. Todo lo que soy hoy es una evidencia de Su amor y paciencia. Soy un trofeo de Su gracia (2 Corintios 2:14).
Antes del día en que clamé a Él, no me importaba Dios ni nadie. Las cosas solo podían ser a mi modo. La experiencia me había enseñado que nadie se interesaba en mí, así que ¿por qué deberían importarme a mí los demás?
Mi infancia fue dura. Muchas noches, mi mamá nos acompañó a mi hermano mayor y a mí por un oscuro camino de tierra hasta la casa de un vecino para refugiarnos de la ira de ebrio de mi padrastro. Cuando volvíamos a casa en la mañana, él siempre actuaba como si nada hubiera pasado… Pero todo el lío se repetiría esa noche.
Me fui a vivir con mi padre y mi madrastra en primer grado, pero la vida no mejoró allí. Ahora papá tenía una nueva familia y me trataba como a un extraño. Yo era su único hijo biológico, y el rechazo me causaba sufrimiento y confusión.
Papá trabajaba duro y a menudo se ausentaba y me dejaba con mi madrastra, a quien no le gustaba mi presencia. Me humillaba, esperando que los demás se rieran de mí. Ahora tengo 70 años y todavía puedo escuchar las risas y sus recordatorios de que nadie me quería.
Mi esposa y mis hermanos me dicen que perdone y no me aferre al dolor. Lo he hecho, pero olvidar no ha sido fácil. Puedo ir por la carretera en mi trabajo como conductor de camiones de larga distancia, y de repente algo me trae un recuerdo de infancia. Llamo a esos viajes a la memoria “los kilómetros del rencor”. Antes de darme cuenta, la ira comienza a crecer y me retuerzo por dentro. Siempre le pido al Señor que me ayude. Soy una obra en progreso.
Años de rechazo me hicieron creer que no valía nada y que no era digno de amor. Todos los hechos parecían respaldar mi conclusión. A los 15 años, empecé a rebelarme contestando, bebiendo, fumando marihuana y peleando.
Terminé la secundaria a duras penas a principios de la década de 1970 y entré a la Marina. La mayor parte del tiempo estaba drogado, pero como no me clavaba una aguja en el brazo, no creía que tuviera un problema. Entraba y salía del calabozo por todo tipo de razones, pero de alguna manera, me dieron una baja honorable.
Volví a casa a los 22 años y me casé con una chica con la que había salido desde la escuela secundaria. Era increíble y me quería, pero yo la trataba pésimamente. Le decía: “Las cosas son así; si no te gusta, me da igual”.
Una noche llegué borracho de más y ella dijo: “Oye, Steve, antes de que te desmayes, mi abogado quiere saber lo que quieres”. No discutí; Sabía que era un perro.
Antes de que el divorcio fuera definitivo, me mudé a Lorain, Ohio, donde descubrí a mi primer dios: mi Harley. Mi motocicleta lo era todo para mí. Si debía elegir entre comprar una pieza de mi moto o pagar la electricidad, me quedaba a oscuras durante días.
Anduve con diferentes clubes de motociclistas y me involucré en muchas cosas que no debí. Quería a mis nuevos hermanos; por primera vez, tenía amigos que me aceptaban y me defendían.
Un día, una chica se subió a la parte trasera de mi moto y comenzamos a andar juntos. Pero ella no era para mí más que una posesión, un adorno. No tenía la capacidad de amarla a ella ni a nadie. No había nada en mi corazón y la vida no tenía sentido.
Compré una motocicleta nueva para llenar ese molesto vacío. Cuando eso no funcionó, compré una casa. Mi siguiente idea fue tener un hijo. Así que me casé con la chica de la parte trasera de mi moto y tuve una hija. Pero el vacío seguía allí y nuestro matrimonio terminó en divorcio.
Para evadirme de mi miserable vida, consumía cocaína. Mis amigos y yo salíamos de fiesta hasta que cerraban los bares y luego nos íbamos a mi casa hasta la mañana. Detestaba el sonido de los pájaros cantando frente a mi ventana al amanecer. Sus sonidos alegres me recordaban que había terminado otra noche y que se avecinaba un horrible día de arrepentimiento.
Muchas noches consumía tanto que pensaba que me iba a morir. Le rogaba a Dios que me ayudara, aunque no me interesaba Él. Entonces prometía que me enmendaría. Sí, claro. Siempre regresaba a mi locura como un perro vuelve a su vómito (Proverbios 26:11). Me sentía impotente ante esas delgadas líneas blancas. Pero todo cambió cuando hice un nuevo amigo.
Rick era mi compañero de trabajo y uno de mis proveedores de drogas. Éramos muy unidos. Todos sabían que él, y no alguno de mis 11 hermanos, se quedaría con mis motocicletas si me sucedía algo.
Sus padres, cristianos devotos, me acogieron en su familia. Me encantaba escuchar lo que tenían que decir acerca de Dios. La fe no fue parte de mi hogar cuando era niño. Sus oraciones y palabras plantaron muchas semillas de esperanza en mi corazón.
La noche de un viernes de septiembre de 1987, esas semillas germinaron y rompieron mi duro corazón. Sentado a solas en mi sofá, por fin me di cuenta de que mi vida no tenía salida. Estaba destinado a morir si algo no cambiaba. O iba a fallecer de una sobredosis o me iban a matar.
En respuesta a esta revelación, me arrodillé en el piso de mi sala de estar y oré: “Dios, si eres quien dicen que eres, entra en mi vida. Te necesito”. Increíblemente, cuando me puse de pie, el deseo de drogarme había desaparecido.
El domingo siguiente, fui a la iglesia de los padres de Rick. Allí, con el Espíritu Santo de Dios tirando de mi corazón (Juan 6:44), oré para aceptar a Jesús como mi Señor y Salvador. Mi experiencia con Él no ha sido fácil y he cometido muchos errores. Pero siempre me levanto y busco a Dios, y Él me recibe con lealtad (Lucas 15:11–32).
Comencé a asistir a la iglesia con regularidad, deseando aprender más sobre Dios, pero me costaba entenderme con esa gente. Hablaban un idioma que este motociclista no entendía. Tampoco me parecía a ellos, con mis pendientes, tatuajes y cola de caballo sobre mi chaleco de cuero.
La gente no sabía qué hacer conmigo. Algunos me miraban como si fuera una basura, mientras que a otros les asustaba mi apariencia. Una vez un niño me señaló y gritó: “¡Mamá, hay un hombre malo aquí!”. Otro cerró la puerta de su auto mientras yo pasaba.
Era difícil para las personas ver más allá de mi apariencia para encontrar al nuevo hombre que había en mí. Pero con el tiempo, en la medida en que caminaba con Dios y seguía el ejemplo de amor, humildad y bondad de Jesús, la gente comenzó a ver a Cristo en mí, no mis tatuajes.
Me fijé en Robin, una hermosa mujer de Dios, en mi primera visita a la iglesia. Para mi sorpresa, ella vio más allá de mi exterior y observó en quién me convertía. Es uno de los mayores regalos que el Señor me ha dado. Llevamos 35 años de casados, y tenemos cinco hijos y diez nietos.
No merezco ninguna de las bendiciones que Dios me ha dado ni soy digno de que Él me use. Sin embargo, me ha elegido para llegar a personas que lo busquen en el mundo entero. Como dice 1 Corintios 1:27, Dios ciertamente usa las cosas absurdas del mundo para confundir a los sabios.
En 2016, un sueño enviado por Dios me hizo crear un ministerio de radio para camioneros llamado The Lord’s Roundtable. Como era chofer, sabía que era un programa muy necesario. Las cargas internas que llevan los conductores suelen ser más pesadas que las que transportan por la carretera.
Sentí que el Señor quería que transmitiera entrevistas en vivo de las personas que Él había tocado, pero no tenía idea de cómo cumplir esta misión cuando Dios me la dio. Yo era un pueblerino que no sabía de tecnología y tenía un teléfono plegable. Sin mencionar que pasaba la mayor parte del tiempo solo en mi camión. ¿A quién iba a entrevistar?
Nada de eso importaba. Era lo que Dios deseaba que hiciera, y envió a gente que me asistió con la tecnología y me presentó a personas para el programa. ¡Con su ayuda, transmitimos 500 emisiones en 90 países!
¡Qué privilegio ayudar a otros a conocer al Señor, Aquel que puede rescatar y restaurar sus vidas!
Jesús es amigo de los pecadores (Mateo 11:19). No quiere que nadie perezca en su falta o sufrimiento. No importa quién sea usted o lo que haya hecho, Él puede restaurarlo hoy (2 Pedro 3:9).
¿Su vida parece vacía y sin sentido? ¿Necesita uste que lo salven de lo que parece un destino inevitable hacia la muerte? Esa no es la forma en que Dios quiere que viva. Juan 10:10 nos dice que Él envió a Su Hijo, Jesús, a una muerte brutal para que usted pudiera tener una vida plena y abundante.
Clame a Él. Que hoy sea el día de su salvación (2 Corintios 6:2). El mañana no está garantizado, e incluso si lo estuviera, ¿por qué querría usted esperar? Nada de lo que ofrece este mundo puede compararse con una vida en Cristo.
Ore conmigo: “Jesús, sálvame. Rescátame de este callejón sin salida y forma de vida vacía. Perdóname por mi pecado y entra en mi vida. Muéstrame cómo vivir y empodérame para superar las cosas que me detienen. Te acepto como mi Señor y Salvador. Ayúdame a perdonar a los que me han herido y a poner el pasado en tus manos. Amén”.
Si hizo esa oración, permítame ser el primero en darle la bienvenida a la familia de Dios. Acaba de poner el curso de su vida en un nuevo camino y todo el cielo celebra su decisión (Lucas 15:7). Usted es una nueva persona a los ojos de Dios (2 Corintios 5:17).
Es posible que pase un tiempo antes de que vea el reflejo de ese nuevo ser en el espejo. Solo siga acercándose a Dios; Él lo buscará sin parar a usted, pase lo que pase. Cuanto más tiempo pase con Él y renueve su mente con Su Palabra, más se transformará a Su imagen y se convertirá ante los demás en un trofeo de la gracia insondable de Dios (Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18).
Steve Richardson es un camionero misionero que comparte las buenas nuevas de Jesucristo. Pastor con licencia, Steve fundó The Lord’s Roundtable y es capellán de Truck Stop Ministries y Hope Ministries. Sus transmisiones están disponibles en thelordsroundtable.com.