No me propuse vivir dando vueltas. Nadie hace eso.
Pero descuidé algunas de las cosas en las que me quedaba corta y se convirtieron en “largos desvíos”. Me llevaron más lejos de lo que quería, me retuvieron más tiempo del que quería y me costaron más de lo que jamás pensé pagar.
Todos tenemos deficiencias. Ya sea el orgullo, el deseo de complacer a los demás, el evitar los problemas, una adicción, la ira o cualquier otra cosa, todos tenemos fallas de carácter y conductas poco saludables que terminan haciéndosenos cómodas y familiares.
Pero no se deje engañar. Esas cosas cómodas no son guías turísticos amigables. Nos conducen a largos desvíos, dolorosos rodeos que nos hacen deambular por el desierto de la desconexión y la destrucción. Y esas rutas nos alejan de la tierra prometida de la libertad, el propósito y la paz, la vida que Dios diseñó para nosotros.
Podemos aprender del largo desvío de los israelitas en el Éxodo. Millones de personas del pueblo de Dios anduvieron errantes por el desierto durante casi 40 años a causa de su rebeldía e incredulidad. Y mientras andaban sin rumbo, se echaban la culpa entre sí y justificaban sus acciones. Nosotros hacemos lo mismo. Complicamos lo que Dios simplifica.
Las Escrituras a menudo describen el camino de Dios como “recto”. Proverbios 3:6 nos dice que el Señor enderezará nuestras sendas cuando confiemos en Él. Isaías 40:3 dice que Dios incluso hará derechos nuestros senderos torcidos.
Durante años, anduve por un camino torcido por mi desobediencia, rebeldía y orgullo. Rechazaba el arduo trabajo de la honestidad y la sanidad, temía la vulnerabilidad, me aferraba al control, e iba tras cosas que nunca me satisfacían.
Me decía a mí misma: “No es tan grave” y “mañana lo dejo”, mientras daba vueltas por la más seca de las tierras. Incluso me convencí de que Dios lo entendía. Y así era, pero entender no es lo mismo que aprobar.
Por suerte, el Señor nos ama demasiado como para permitir que nos estanquemos en ciclos de autodestrucción. Sabe que cuanto más tiempo nos quedemos allí, más profundo caeremos en comportamientos poco saludables, creencias erróneas y la vergüenza. Nos desconectaríamos de Dios, nos distanciaríamos de los demás, nos alejaríamos demasiado y, ¡oh, estaríamos tan perdidos!
Todavía lidio a diario con el daño que causaron mis largos desvíos. La sanidad requiere tiempo y esfuerzo. Pero ahí es donde el milagro de la gracia entra en escena. Incluso si hemos tomado el desvío, nunca es demasiado tarde para hacer marcha atrás. En el momento en que le pedimos ayuda, Dios nos encuentra justo donde estamos, señala y dice: “Este es el camino; síguelo” (Isaías 30:21 NVI).
Dios no nos avergüenza por nuestros rodeos. Cada vez que admitimos y le entregamos un defecto, Él restaura los años que las langostas han devorado (Joel 2:25–27). Nuestro Dios incluso puede abrir un camino donde no hay ninguno (Isaías 43:16, 19).
Por estos días, estoy aprendiendo a tomar el camino más corto de confiar y obedecer a Dios. Su sendero es verdaderamente mejor y me ayuda a evitar las vías dolorosas. Ya no quiero discutir con Él; eso solo retrasará y saboteará mi avance.
Cuando siento la tentación de refugiarme en viejas posturas o comportamientos, me pregunto: “¿Esta elección me dirigirá hacia la conexión o me alejará de ella? ¿Hacia la sanidad o hacia mayores profundidades del dolor? ¿Hacia Dios o lejos de Él?”. Plantearme eso me ayuda a evitar viajes innecesarios y penosos.
Quizás ahora usted esté en una senda así. Permítame ofrecerle un poco de esperanza. No tiene que ganarse el camino de regreso al camino recto de Dios. Solo necesita dar pasos francos en Su dirección, entregándole su vida, sus deficiencias y todo a Él. En ese lugar de rendición, encontrará amor, aceptación y ayuda para caminar por un camino nuevo y mejor.
Usted seguirá enfrentando resistencia. A medida que avance, los viejos patrones lo atraerán, pero ellos no tienen la última palabra. ¡Jesús sí! Y Él dice: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9 NVI).
Dios todavía se dedica a buscarnos hasta en los desvíos más largos y vergonzosos y a convertirlos en un hermoso testimonio de transformación. Mi vida es la prueba.
El amor del Señor siempre conoce el camino.
SHERIDAN CORREA es consejera bíblica especializada en atención integral basada en el trauma así como directora del programa de bienestar de Victorious Living. Esposa y madre de dos adolescentes, ha visto su vida transformada de modo radical por Jesús.