Está enfrentando una situación imposible? ¿Necesita un milagro? ¿Sabía que con Dios puede escalar cualquier muro? (Salmo 18:29).

Me encontré enfrentando lo que parecía ser un muro imposible de escalar en diciembre de 2019, cuando Natalia, la tutora de una adolescente ucraniana huérfana, me entregó la historia clínica de la niña y me agradeció por ayudar a Iryna a conseguir atención médica. Desde el punto de vista humano, parecía una tarea imposible.

Con mi esposo Tim habíamos deseado muchísimo recibir a Iryna en casa y regalarle experiencias emocionantes, pero Iryna había sufrido mucho abuso físico de niña y una de sus piernas necesitaba cirugía reconstructiva, que era una cirugía mayor. Encontrar un cirujano dispuesto a hacer esa intervención a una extranjera que no tenía seguro social no había estado en nuestros planes.

Habíamos conocido a Iryna en el mes de julio, por haber chocado mi carro de compras con el de otra señora en HomeGoods. Olena y yo sonreímos y nos disculpamos por bloquearnos el paso. Cuando habló, noté inmediatamente que tenía un pronunciado acento ruso.

Olena era muy amable y empezamos a conversar. Le conté cómo había adoptado a dos niños rusos. Se le iluminó el rostro y me comentó que ella y su esposo David eran colaboradores de un orfanato ucraniano llamado La Casa del Padre. Organizaban viajes a Florida para niños que vivían en el orfanato y estaban recibiendo a un grupo la semana siguiente.

Me ofrecí a darles a los chicos un día de deportes acuáticos en casa. Olena aceptó la invitación y trajo a Iryna a casa un par de semanas después. La nena pareció más cómoda que de costumbre con nuestra familia y disfrutó del agua. Nos sorprendió que aceptara nuestra invitación a quedarse a dormir.

Iryna nos visitó una vez más antes de regresar a Ucrania. Dos meses después Olena y David nos preguntaron si podíamos recibir a Iryna en casa durante el mes de diciembre. Había hecho muchos progresos emocionales, espirituales y físicos durante su estadía en Estados Unidos y ellos pensaban que sería muy beneficioso para ella venir otra vez. Estuvimos de acuerdo.

De pronto ya había llegado diciembre y Tim y yo nos encontrábamos en el Aeropuerto Internacional de Orlando. Había mucho entusiasmo flotando en el aire, mientras esperábamos junto a otras familias que darían albergue a los chicos. Pronto apareció Natalia con ellos; parecía mamá gallina con sus pollitos. Nos abrazamos y allí fue cuando me entregó la historia clínica de Iryna y me agradeció por ayudarla. ¿Cómo fue que un choque fortuito con el carro de compras de una extraña se convirtió en algo de esta magnitud? Obviamente Dios estaba trabajando. De no ser así, yo estaba en problemas. Solo Él podía ser el artífice de tal milagro quirúrgico.

Guardé los documentos en el bolso y Tim, Iryna y yo nos fuimos a casa. En las semanas siguientes, disfrutamos de muchas actividades hermosas por las fiestas. Recuerdo especialmente el viaje a un mercado local de granjeros un fin de semana, donde ella conoció a un Papá Noel americano. Creo que yo estaba más entusiasmada que ella.

Cuando llegó su turno, Iryna se acercó al trono de Papá Noel, respondió tímidamente a su invitación a chocar las palmas y se paró a su lado para tomarse una foto, aunque no demasiado cerca. Como es costumbre, Papá Noel le preguntó qué quería para Navidad. Su respuesta fue poco convencional.

“Yo…quiero…pierna”, le respondió en un inglés entrecortado, mientras señalaba su extremidad inferior. Papá Noel quedó completamente pasmado y le respondió con algo de timidez: “Veré qué puedo hacer por eso”.

Lo saqué rápidamente del apuro. “No se preocupe, Papá Noel. Dios se va a encargar de la pierna”.

Nuestro tiempo con Iryna pasó rápido y otra vez estábamos en el aeropuerto. Fue un adiós muy emotivo. Iryna, una joven estoica, se esforzó mucho por mantener la compostura, pero pronto sus ojos se inundaron de lágrimas.

“¡Oh Dios, dale consuelo”, rogué.

Al día siguiente, comencé a buscar ayuda médica. “Señor, sé que tienes Tu mano sobre Iryna y que tienes grandes planes para ella. Estoy agradecida por la oportunidad de ser parte de su historia de vida, pero no tengo idea de cómo conseguirle la atención médica que necesita. Por favor, enséñame qué hacer”.

Quería el consejo de Dios porque aprendí por las malas que forzar una solución solo logra empeorar las cosas. Además, no era mi responsabilidad encontrar la respuesta. Era responsabilidad de Dios. Mi parte consistía en confiar en Él, orar y obedecer.

A veces es difícil saber qué se espera de nosotros al confiar en Dios. ¿Nos quedamos sentados sin hacer nada mientras esperamos que Él actúe o empezamos a golpear puertas? Descubrí que las respuestas llegan cuando tomamos la iniciativa, orando con devoción y al mismo tiempo utilizamos de manera inteligente los recursos, habilidades y conexiones que Dios nos ha dado.

Tengo relación con calificados cirujanos traumatólogos de todo el país, gracias a muchas operaciones que tuve yo misma. Hablé con tres de ellos y les pedí que me aconsejaran. Y a través de ellos, Dios me mostró el paso siguiente. Los tres me recomendaron que pidiera atención para Iryna en los Hospitales Pediátricos Shriners.

No tenía idea de que los Hospitales Shriners atendían niños extranjeros. Había visto sus publicidades conmovedoras, pero no había pensado que era una posibilidad. Inmediatamente Olena, David, Natalia y yo iniciamos el proceso de solicitud de admisión.

Al leer detenidamente los documentos que se presentarían, descubrí que me habían nombrado tutora legal de Iryna, lo que significaba que yo sería quien debía acompañarla al hospital. No tenía idea de cómo podría hacerlo, ya que tenía muchos viajes programados. Además, nos estábamos mudando a otro Estado en mayo. Dejé de lado la preocupación, me recordé que Dios se iba a ocupar de arreglar los detalles y cargué los documentos solicitados.

Después le pregunté al Señor si tenía que hacer algo más. Surgió una pregunta en mi corazón: “Kristi, te di un regalo para que hicieras ¿qué?”. Respondí inmediatamente: “Escribir sobre las experiencias personales de la gente con Dios, Señor”. Lo hago desde hace casi diez años como editora de esta revista. “Entonces escribe su historia y envíala al hospital”.

Me senté a la computadora y las palabras empezaron a fluir. Iryna ha sufrido muchas lesiones a manos de otras personas, que es el motivo por el cual necesitaba atención médica. Cuando terminé, envié mi historia por Internet y oré para que Dios sensibilizara sus corazones y aceptara a Iryna. Lo hizo.

El 12 de marzo el Dr. David Westberry nos informó que operaría a Iryna gratis en Greenville, SC. Me saltó el corazón de alegría. Nos avisaron que la fecha para la cirugía era el 29 de mayo de 2020.

Y entonces nos invadió la COVID-19. De pronto el mundo que conocíamos bajó la persiana. Un representante del hospital llamó para informarme que estaba cerrado. Después, Natalia avisó que la embajada de Estados Unidos en Kiev había cerrado también.

“Señor”—oré—“nada puede detener los planes buenos que tienes para Iryna: ni la COVID-19, ni la prohibición de los viajes internacionales, ni las embajadas y hospitales cerrados. Lo que Tú has pensado para su vida va a ocurrir, según Tu Palabra. Amén”.

La demora no habría sido una gran cosa, pero Iryna cumplía 18 años en otoño; pronto quedaría fuera de la edad oficial de admisión para tratarla en el hospital. Tenía miedo de que Shriners no aceptara su caso cuando ella llegara a la mayoría de edad. Pero entonces recordé Filipenses 4:6–8, que me enseña a no preocuparme por ninguna situación. En cambio, voy a decirle a Dios qué necesito y le voy a agradecer por lo que ha hecho y lo que hará. La Biblia promete que si hago esto, la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender, cuidará mi corazón y mi mente en Cristo Jesús.

He experimentado esa paz durante todas las situaciones de incertidumbre en este 2020. Eso no significa que no tuve oportunidades de dudar. Hubo muchas. Pero tenía que seguir peleando la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12). Algunos días peleaba mejor que otros, pero al final, la fe hizo mover todos los obstáculos (Mateo 17:20). Ayudó mucho que Olena, David y Natalia estaban peleando la buena batalla conmigo (Mateo 18:19).

El 2 de mayo recibimos una respuesta increíble a nuestras oraciones. En ese momento, todavía estaban prohibidos los viajes. La embajada de Estados Unidos en Kiev y los Hospitales Shriners también permanecían cerrados. Pero eso no detuvo a Dios; Él no estaba en cuarentena ni tenía el negocio cerrado.

Espere a que le cuente.

Estaba profundamente dormida cuando sonó el teléfono. Natalia, desde Kiev, estaba al otro lado de la línea gritando: “Kristi, levántate. Es buen día. ¡Tenemos milagro!”. Alababa a Dios a viva voz en su hermoso acento ucraniano y gritaba de alegría. Las lágrimas me hacían sentir pinchazos en los ojos somnolientos mientras escuchaba su explicación.

Esa mañana temprano, un representante de la embajada de Estados Unidos en Kiev la había llamado, pidiendo que Natalia llevara a Iryna inmediatamente a la Embajada de Estados Unidos. Con el pelo revuelto de alguien que recién se levanta y todo, Natalia agarró a Iryna y salieron corriendo a la embajada. Un hombre las esperaba en el estacionamiento, tomó los documentos de Iryna y les dijo que esperaran en el auto. Fue adentro. Al rato, volvió y le entregó a Iryna una visa médica por seis meses para venir a Estados Unidos. Era un sueño.

Los milagros continuaron sucediéndose cuando Iryna ingresó en nuestras fronteras cerradas el 20 de mayo, tres días antes de que mi familia se mudara a otro Estado. Ella se mudó con nosotros.

El hospital permanecía cerrado, pero no había problema. Dios nos estaba dando tiempo para prepararla para su importante cirugía. Anotamos a Iryna en el colegio comunitario local para que tuviera clases de inglés gratis y contratamos a un profesor particular para que pudiera acelerar su aprendizaje. Trabajó con mucho empeño para aprender inglés. Yo, por mi parte, estudiaba a Iryna. Buscaba entender qué le gustaba y qué no y aprendí a leer sus estados de ánimo. Con el tiempo, supe cuándo presionarla un poco para conversar y cuándo dejarla sola. Dios usó la espera para entrelazar nuestros corazones. Ella se convirtió en parte de la familia.

El tiempo pasaba y mis oraciones iban en aumento. “Señor, ya sabes que el cumpleaños de Iryna es dentro de un mes y su visa médica va a vencer pronto. Necesitamos un milagro”.

En agosto, fuimos a un servicio especial de oración. Le pregunté a Iryna si quería ir al altar para orar por el milagro que necesitaba. Se negó tímidamente. Entendí sus reservas y no la obligué. De todos modos, sentía que el Señor quería que yo fuera adelante e intercediera por ella.

Fui hacia el frente de la iglesia y encontré una compañera de oración. Había mucho ruido en el auditorio, ya que la gente oraba por la intervención de Dios en su vida. Sentí como que estaba gritando y hablé de las necesidades de Iryna. Rompiendo todas las normas de distanciamiento social, esa señora y yo nos tomamos de la mano y oramos juntas. Y al día siguiente, Dios respondió a nuestras oraciones.

Estaba manejando cuando sonó el teléfono. Cuando contesté, ni siquiera estaba pensando en mis oraciones de la noche anterior.

“Kristi, ¿recibió mi correo electrónico?”. Era Lisa, del Hospital Shriners. “Tenemos la fecha para la operación de Iryna y necesitamos que vengan las dos la próxima semana a una cita para los exámenes preoperatorios”. Me explicó que aunque el hospital no estaba atendiendo pacientes extranjeros, el Dr. Westberry había aceptado operar a Iryna.

Pasaron casi dos meses de esa llamada. Escribo mientras Iryna y yo estamos esperando el alta del Hospital Shriners de Greenville. La operación de Iryna ya quedó atrás y está en pleno proceso de recuperación. Estoy maravillada al observar la prueba del amor fiel de Dios y su poder incontrolable sentada a mi lado, en su cama del hospital.

Sonrío al recordar todos los escenarios posibles que han puesto a prueba mi fe durante el último año. Ninguno de ellos fue un problema. Por la COVID-19, se cancelaron todos mis compromisos de viajes, así que tuve mucho tiempo para estar en casa con Iryna y cuidarla. El Señor nos mantuvo sanos a pesar del virus que hacía estragos a nuestro alrededor. La comunicación no era un problema. A menudo nos entendíamos sin decir una palabra.

El seguro médico tampoco fue un problema. Todos los gastos médicos estaban cubiertos, incluso mis comidas en el hospital. Tampoco importó que Iryna hubiera cumplido los 18. ¡Gloria a Dios por todo lo que ha hecho y continuará haciendo!

Hoy le pregunté al Señor por qué me había elegido a mí para ser parte de la vida de Iryna. Podría haber elegido a cualquiera. Percibí que me decía: “Para que pudieras ver qué fiel soy al cuidar las necesidades de Mis hijos, incluso las tuyas. Y además, para que les hablaras a otros de mi fidelidad”. Por eso esta historia.

No sé qué planes tiene Dios para Iryna y nuestra familia una vez que esté completamente recuperada. Estamos dispuestos a hacer lo que Él nos pida. Por cierto, no quiero perderme ninguna aventura que Dios pueda traerse bajo Su gloriosa manga. Y quisiera animarlo a que tampoco se pierda ninguna.

Todos los días, Dios nos hace llegar una invitación para estar a Su lado en algo milagroso: ¡incluso a veces cuando estamos de compras en HomeGoods!

A pesar de lo que esté enfrentando, mantenga los ojos, oídos y el corazón abiertos y esté dispuesto a decir que sí cuando llegue la invitación. Y entonces, prepárese para quedar maravillado. Simplemente no hay obstáculo alguno que sea demasiado grande para Dios.