“Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables” (1 Pedro 5:10 NVI).
Hace unos años tenía una casa con un taller y un depósito. Ponía cosas valiosas allí que no usaba todos los días, pero que aún necesitaba o quería conservar. Al día siguiente de una tormenta, me di cuenta de que la puerta se había soltado de las bisagras. La levanté para tapar la entrada provisoriamente, pensando que la haría reparar unos días después. Pero la vida continuó y me olvidé durante meses.
Cuando finalmente fui a buscar algo al taller, me encontré con un desastre. La lluvia, la humedad y la oscuridad habían atraído toda clase de insectos. Las paredes estaban cubiertas de moho. El piso estaba recubierto por excremento de animales y suciedad, y faltaban cosas.
Reparé la puerta, tiré las cosas muy dañadas y continué con mi vida…para descubrir a las pocas semanas que el moho y los insectos habían vuelto. Tiré más cosas, hice una limpieza a fondo y restauré toda la casa.
Mi corazón necesitaba una restauración como esa. Mi matrimonio de 15 años, que me había dado cuatro hijos, se había terminado y tenía el corazón roto. En mi dolor, le había puesto una curita momentáneamente y seguí adelante con mi vida, pero la oscuridad se había empezado a instalar de a poco. Me había expuesto a riesgos y eso había creado una atmósfera enmohecida dentro de mí, que invitaba a las criaturas y los hábitos de la oscuridad.
La depresión y la ansiedad le abrieron la puerta en mi vida social y profesional a amistades tóxicas y relaciones que estaban lejos de ser piadosas. La gente me robaba, ensuciaba mi imagen, utilizaba mis recursos en beneficio propio y eventualmente apuntaron a mis hijos, con la mentira de que no le importábamos a nadie.
La oscuridad prevaleció de tal manera que ya no podía ver la luz de Dios. Me sentía sola y esa soledad me llevó a hacer cosas que jamás habría hecho de estar entera. Mis emociones también hicieron que lastimara a otras personas.
Pero Dios no me había olvidado y cuando clamé a Él, Él “volvió a poner cada pieza en su lugar”. Entró en mi corazón y arrastró todo el desastre hacia afuera. Él volvió a armarme y me devolvió la integridad. Tal como lo promete 1 Pedro 5:10, Cristo mismo me restauró, me hizo fuerte, firme y estable.
Seguro, el moho del mundo aún trata de volver a instalarse, tal como lo hizo en mi taller. Pero mientras dejo que la Palabra de Dios renueve mi mente con Su verdad, puedo evitar que se arraigue.
¿Le han roto el corazón? ¿Ha estado expuesto a la oscuridad? Es hora de entregarle su corazón a Dios, el Restaurador. Así como no me sirvió poner una puerta provisoria en el taller y seguir con mi vida, tampoco puede evitar ocuparse de su corazón. Necesita atención, para que no se instale la oscuridad y se apodere de usted.
Deje que Dios sane su corazón. Si no sabe cómo hacerlo, visite una iglesia bíblica de su zona y pida ayuda. Además, lea Su Palabra y deje que Su Espíritu le enseñe.
Le dejo una oración que puede decir: “Dios, tengo el corazón roto y necesita limpieza y restauración. Traté de arreglarlo por mi cuenta, sin resultado. Por favor, haz que sienta hambre de Tu Palabra dentro de mí, restaura mi mente, y haz que mi corazón vuelva a estar entero. Sé qué Tú eres el Único que puede lograrlo. Por favor ayúdame a que sea lento para enojarme, rápido para perdonar y para arrepentirme. Gracias por sanar cada parte rota de mí. Amén”.