“Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina” (2 Timoteo 1:7 NTV).
Todos tenemos dudas y temores y si los dejamos, van a consumir nuestra atención, lo cual nos perjudica. No importa cuál sea el temor—inseguridad, pérdida, aislamiento, rechazo, fracaso e incluso al éxito—si nos aferramos a él, nos quedaremos estancados. Mi temor casi me impide aprovechar la oportunidad de llegar a ser escritor y testigo de Cristo para miles de personas.
Crecí en Largo, Florida, y de niño pasaba mucho tiempo trabajando en el negocio de tapicería para muebles de mis padres. La mayoría de nuestros clientes era de clase media alta, gente pudiente que vivía cerca de las playas. Recuerdo que ayudaba a mis padres a entregar muebles en esos barrios hermosos y pensaba que no eran mi lugar. En cuanto a lo material, no teníamos mucho.
Esa sensación de estar fuera de lugar gestó en mí un complejo de inferioridad y baja autoestima. Ya mayor, esto funcionó en mi contra en los lugares de trabajo. A menudo sentía que no merecía un ascenso.
¿Qué tienen que ver la baja autoestima y el complejo de inferioridad con el miedo? Bueno, sentirme inferior y creer que no valía nada significaba que tenía miedo de ser quien Dios me había creado para que fuera. El miedo manejaba mi vida y creó patrones de pensamiento basados en la mentira, que me llevaron a renunciar a la voluntad de Dios.
John Maxwell dijo que pensar “no creo que pueda” surge de un “no creo que sea” más profundo y le creo. Me ponía límites porque en el fondo, no dudaba de mi capacidad, sino de mi valor intrínseco.
Dejé que la estabilidad económica de los demás me sugiriera que yo no valía nada. Asocié el dinero con mi identidad. Cuento esta historia porque lo que creí de niño sobre mí mismo influyó en mí durante años. Saboteé mi propio éxito.
Pero como dijo T. D. Jakes: “Todo lo que vale la pena tener en la vida está al otro lado de sus miedos”. Tenemos que separar nuestra identidad de nuestro miedo para avanzar. Decida que el miedo no va a manejar su vida. Entonces podrá aceptar su propósito.
Mientras escribía mi libro Think Up to Get Up, que habla de liberarse de patrones de pensamiento destructivos, enfrenté el temor al fracaso como escritor cada día. Luché contra ese mismo miedo cuando compartí mi testimonio en Victorious Living.
Conocí a Kristi Overton Johnson, editora de esta revista, en 2018. Se entusiasmó con los temas sobre los que estaba escribiendo y me invitó a que le cuente mi historia de cómo conocí a Jesús. Me sentí honrado, pero el temor y la ansiedad se hicieron presentes. ¿Qué pensaría la gente de mí? Los lectores ¿me aceptarían o me rechazarían? Estaba aterrado. Pero seguí adelante y permití que se contara mi historia.
Se lo digo para animarlo. El miedo va a aparecer e intentará agarrarlo fuerte mientras usted va hacia su propósito. ¿Pero sabe qué? El miedo va a llegar y usted deberá enfrentarlo. No puede esperar a no sentir miedo para vencerlo. Tiene que hacer lo que sabe que debe hacer ahora: y tendrá que hacerlo con miedo, junto a Dios. Pero está bien. Él lo va a acompañar a cada paso del camino.
No permita que las mentiras que aceptó como verdades en el pasado le impidan tener el futuro que Dios desea para usted. Cambie la forma de pensar en sí mismo con una visión que esté desconectada de sus temores.
Si está teniendo dificultad para enfrentar sus miedos, pídale a Dios que deje en descubierto las mentiras que los están alimentando. Pídale que le permita verse como Él lo ve. Y pídale que lo sane. Él está dispuesto a hacer mucho más en usted de lo que pueda imaginar (Efesios 3:20).
Recuerde que el miedo no es la prueba de que Dios no está con usted, sino la confirmación de que usted ya no está en su zona de confort. Y cuando salga de su zona de confort junto a Dios, ocurrirán cosas maravillosas.