Recuerdo la primera vez que Dios me llevó a escribir a Victorious Living. Mi historia de esperanza se publicó en el número 1 de 2017. Allí conté cómo había estado preso de las adicciones desde la infancia y cómo los centros juveniles, de rehabilitación y las condenas en la cárcel del condado no habían logrado cambiar mi vida.
Pasados 7 años de mi condena a 11, estaba peor que nunca y parecía que no había esperanza de que mi vida cambiara para bien. Eso fue hasta la noche que Dios le murmuró a mi corazón: “¿Cuánto tiempo más vas a seguir escapándote de Mí?”.
Estaba tan cansado de escapar. Había intentado hacer todo a mi manera y los resultados fueron desastrosos. Proverbios 14:12 dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte” (NVI). Así que al final decidí intentar a la manera de Dios, y le entregué mi vida a Cristo.
Poner mi fe en Él va a ser siempre la decisión más importante que haya tomado jamás. El amor de Cristo rompió las cadenas de la adicción que me habían sujetado durante tanto tiempo. Pasé de buscar y vender droga a aceptar la esperanza que se encuentra en Cristo. El amor de Dios llenó el vacío en mi corazón y me convirtió en una creación nueva (2 Corintios 5:17). Ya no me deleito en las cosas mundanas: Dios obró en mí y cambió mis deseos (Filipenses 2:13).
La Palabra de Dios dice: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmo 37:4 NVI). Eso no significa que Dios nos concederá todo lo que queremos, sino que Él pondrá Sus deseos en nuestro interior y hará que se vuelvan realidad. Pude comprobar esta verdad en carne propia.
Empecé a desear tener una esposa piadosa y que Dios me guiara a Su llamado. Oré por Sus promesas respecto de mi situación y mis deseos, aunque parecían imposibles. Marcos 9:23 dice: “Para el que cree, todo es posible” (NVI), así que tuve fe. Es increíble, pero Él guió a mi esposa hasta mí cuando todavía estaba entre rejas y nos casamos.
En un momento, ella se mudó con sus dos hijas al condado en el que estaba yo. Pasamos los años siguientes construyendo una relación, mediante llamadas y visitas. Nuestro vínculo se volvió indestructible porque pusimos a Cristo por cimiento.
Durante ese tiempo, me dieron la posibilidad de hablar en la capilla de la cárcel. Me aterraba hablar en público, pero en esos minutos comenzó a arder en mi corazón el deseo que Dios tenía de que yo proclamara el Evangelio. En poco tiempo, la capellanía me dio un servicio semanal para ministrar a otros presos.
Dios me ha bendecido enormemente, pero entienda que el camino no fue fácil. Aparecieron obstáculos; pero con ayuda de Dios, pude perseverar. Hubo tentaciones también, pero Dios me dio una salida para evitar cada una (1 Corintios 10:13). Y luego, la persecución. Hubo quienes se burlaron de mí por lo que creían que era “religiosidad de la cárcel”. Decían que me iba a deshacer de mi Biblia apenas traspasara los portones de la cárcel. Pero gracias a Dios, no fue así.
Estoy tan agradecido de no haber dejado que los pesimistas y el enemigo de mi alma me robaran la confianza en Dios y los sueños que Él había puesto en mí. No dejé que sus mentiras encontraran albergue en mi cabeza; el campo de batalla de la fe está en la mente.
En lugar de escuchar las voces del enemigo y de otras personas, elegí creer en la Palabra de Dios. Medité sobre Sus promesas día y noche y descubrí Su naturaleza y poder. Pensé que, si Él podía crear galaxias con Su palabra, separar mares y ordenar a los muertos que regresen a la vida ¿qué cosa de mi vida podría ser demasiado para que Él la maneje? A pesar de todos mis temores y dudas, opté por confiar en Él.
Voy a ser honesto: se me hizo difícil cuando vi que se acercaba la fecha de mi liberación. El miedo, la duda y las preocupaciones intentaron desinflar mi confianza en el Señor. Ahí estaba yo: un delincuente con 40 condenas. Había pasado en la cárcel los mejores años de mi vida (así lo veía). Quedaba en libertad, pero sin dinero, trabajo, auto ni licencia de conductor. Además, el tribunal me había ordenado hacer terapia para adicciones, cursos sobre conducción de vehículos bajo efectos del alcohol o estupefacientes y pagar una multa de $50.000 por mi caso de tráfico de drogas.
Y como si eso no bastara para apabullarme y llenarme de miedo, dejaba la cárcel siendo esposo y padre por primera vez. Debía amar, guiar y hacerme cargo de otras tres personas que dependían de mí para ello. Les había hecho innumerables promesas y por cierto pensaba cumplir cada una. Pero como se dice comúnmente, las tenía todas en contra.
Bueno, hace casi tres años que dejé la cárcel y llegué a los brazos amorosos de mi esposa e hijas. Y estoy aquí para dar testimonio de que Dios cubrió todas mis necesidades e incluso puso en mí los deseos de mi corazón. Por eso sentí que me llevaba a comunicarme con Victorious Living otra vez. Quería animar a otros que enfrentan grandes dificultades. Quiero animarlo a usted.
Mi historia es prueba de que el amor de Dios es fiel y que Romanos 8:31 es verdad. Dice: “Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?” (NVI). La respuesta es: ¡nadie!
Según las estadísticas, estaba destinado a tener una recaída en mi adicción y volver a la cárcel. Pero preferí confiar en Juan 8:36, que dice: “si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres” (NVI). Por mis antecedentes, probablemente casi ningún empleador me tendría en cuenta para darme trabajo, pero me concentré en Hebreos 10:17, que dice: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades” (NVI). Mucha gente me iba a rechazar, pero confié en la verdad de que había sido adoptado en la familia de Dios (Efesios 1:5–6). A pesar de las probabilidades, mi futuro estaba asegurado en Sus manos.
Estoy aquí para decirle que a Dios le importa su vida y que nada puede impedir que se cumplan los planes que Él tiene para usted. Él lo hará avanzar en el momento y de la manera que Él considere perfecto. El día que salí de la cárcel, el plan de Dios ya estaba en marcha. Él ya tenía previsto que yo predicara en una iglesia un día después de mi liberación. Se publicó un video con mi primer servicio en las redes sociales y eso me abrió las puertas para predicar en otras iglesias.
Se me presentaron tantas oportunidades que pensé que iba a dedicarme al ministerio a tiempo completo, pero Dios tenía otros planes. Él quería que consiguiera un trabajo para mantener a mi familia, hiciera los cursos, devolviera el dinero que debía y me ocupara de recuperar mi licencia. Debía tener fe en el lugar donde Dios me había puesto y hacia dónde me estaba llevando.
Durante ese tiempo, prediqué en muchas iglesias. Una vez me invitaron a hablar en la Primera Iglesia Bautista de Eastpoint, Florida. Estaban buscando un pastor. Al llegar, le susurré a mi esposa: “Va a ser un milagro que me elijan para ser su pastor”.
Habían solicitado el puesto otros cuatro hombres con títulos, sin antecedentes penales y años de experiencia. Yo tenía un certificado de estudios secundarios del Departamento Correccional y más delitos que años vividos. Mi única experiencia como predicador había sido en la cárcel, así que ni siquiera les había mandado mi currículum.
Tenía todo en contra, pero Dios estaba de mi lado. En Su plan perfecto, me eligieron.
La primavera vez que entré en el condado de Franklin, en Florida, estaba en un carro policial con las piernas encadenadas. Hoy soy pastor de una iglesia del lugar, predicando el Evangelio que tiene el poder de quitar a los demás las cadenas espirituales. Dios toma a la persona más insignificante de todas y la usa para lograr Sus propósitos. No dude jamás de lo que Él puede hacer en una vida completamente entregada a Él.
No solo me ha permitido ser pastor de una iglesia y servir junto a mi familia, sino que también abrió las puertas para que predicáramos en cárceles y penitenciarías. Nos ha permitido viajar a Israel, donde nos bautizamos en el río Jordán. Allí tuve la posibilidad de hablar en el estanque de Betesda, donde Jesús sanó a un hombre que había estado paralítico durante 38 años. Oramos en un bote en el mar de Galilea, las mismas aguas sobre las que caminó Nuestro Señor para salvar a Su pueblo. ¡Dios es el Dios de lo imposible!
No sé qué está enfrentando ahora, pero sé que la espera no es fácil. Piense en este momento como una oportunidad para que Dios lo ponga en Su rueda de alfarero. Deje que Él le dé forma y lo moldee como una vasija que Él puede utilizar. La cárcel no fue un período de castigo, sino una etapa de purificación. Él utilizó mis días de auxiliar en la capilla como mi formación seminarista. A menudo los momentos más complicados son los más productivos.
Como ve, Dios ha bendecido mi vida. Pero incluso con tantas cosas fantásticas, había algo que faltaba todavía: mi esposa y yo buscábamos desesperadamente tener un bebé. Hacía cuatro años que ella oraba por ese bebé, pero antes de conocerla, le habían ligado las trompas de Falopio. La cirugía para deshacer la ligadura era costosa y estaba fuera de nuestras posibilidades. A pesar de todo, confiábamos en que Dios se haría cargo de la situación. Si era Su voluntad, sabíamos que Él podía desatar las trompas de manera sobrenatural o proporcionar los medios para llevar a cabo el procedimiento. Pusimos nuestro deseo en manos del Señor y esperamos que Él interviniera.
Justo cuando estábamos a punto de darnos por vencidos, Dios nos recordó que estaba con nosotros y de nuestro lado. Estábamos en un evento cuando un evangelista que no nos conocía para nada preguntó si podía orar por nosotros. En medio de su oración, nos comentó que Dios le había dicho: “He oído sus plegarias. El bebé por el que han estado orando está en camino”.
Quedamos totalmente conmovidos por esas palabras y derramamos lágrimas de alegría. Nuestro entusiasmo y nuestras esperanzas traspasaron el techo. Fuimos a casa sabiendo que nuestro bebé llegaría pronto. Pero pasaron los meses y con cada prueba de embarazo negativa, el corazón de mi esposa quedaba un poco más destruido. Pasó todo un año y cuando estábamos a punto de rendirnos, un hombre nos hizo un cheque por el valor total del procedimiento. Fue un milagro.
Nuestro hijo nació a principios de mayo de 2021. Estamos locos de alegría y agradecidos por el amor de Dios, su bendición y provisión.
Cualquiera pensaría que con todo lo que ocurrió en mi vida, jamás dudaría de Dios. Pero sí. A veces me atacan la duda, el temor y la ansiedad. Pero cada día me recuerdo a mí mismo de la fidelidad constante de Dios y elijo creer en Su Palabra. Él nunca me ha fallado.
Quizás esté leyendo esta historia y piense que no hay esperanzas o tenga miedo de lo que pueda depararle el futuro. Deje que la Palabra de Dios sea una lámpara para sus pies y una luz para su camino (Salmo 119:105). Deje que la luz de Su Palabra le muestre que Él es un Padre amoroso. Deje que Él sane su corazón dolorido y que enderece los caminos torcidos de su vida.
Acepte quién es, dónde está y qué tiene. Entréguele su vida a Cristo y confíe en que Sus manos traspasadas por los clavos los ayudarán a usted y a sus seres queridos a salir adelante. En Su fidelidad, Él cubrirá todas sus necesidades y más aún.