Compartir las historias de personas con vidas transformadas por el amor, la gracia y el poder de Dios es un privilegio tan grande. Cada testimonio que aparece en Victorious Living acrecienta mi fe y me recuerda que con Dios nada es imposible.

Las historias destacadas de esta edición me repiten que la vida victoriosa comienza y termina con la entrega. En el momento en que dejamos de escapar de Dios y nos damos vuelta para estar frente a Él, Su bondad nos envolverá y nos devolverá lo que el enemigo nos ha robado, lo que hemos perdido o a lo que hemos renunciado. Al entregar el control, encontramos una paz inexplicable. Hasta el miedo queda destruido en Su presencia.

Hace poco en mi iglesia nuestra líder de adoración invitó a la congregación a elevar las manos al cielo, como un gesto visible de nuestra entrega interior a Dios. Cientos de brazos se dispararon hacia arriba en todo el auditorio. Fue algo muy lindo de ver.

Yo también alcé las manos, pero debo admitir que mi mente se hizo un viajecito. Mientras escuchaba sus palabras se formó una representación en mi mente. Vi la imagen de un hombre que corría escapando de la policía. Se veía cansado y desesperado. Pero después vi cómo se detenía, levantaba las manos y decía: “¡Me entrego!”. En ese momento, con esas palabras, terminaba la persecución. ¡Sin duda estuve mirando muchas series policiales!

Pero sentí que el Señor me estaba recordando las muchas veces que corrí en la vida agarrando algo o a alguien, intentando desesperadamente conseguir un resultado. Pero no fue sino hasta que dejé de correr, recurrí a Dios, levanté las manos y dije: “Dios, me rindo. ¡Aquí tienes, es tuyo!” que encontré tranquilidad, paz y esperanza.

No importa de qué se trate—una situación, una persona, un sueño, un emprendimiento, una emoción o una ansiedad—entregárselo a Dios y optar por abandonar la persecución va a cambiar todo.

¿Alguna vez se le ocurrió que Dios—la Máxima Autoridad—puede estar buscándolo? ¡Y eso es bueno! Porque el amor, la bondad y la compasión de Dios nos persiguen incansablemente (Salmo 23:6). Y Su bondad nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4).

Sin embargo, tan a menudo escapamos de Él. Quedamos agotados, aferrándonos a nuestras cargas y nuestros pecados. ¿Cuándo vamos a usar el sentido común y a entregarnos? ¿Cuándo vamos a dejar que finalice la persecución

y a dejar que nos abrace Su bondad? Solo cuando nos entregamos encontraremos el descanso para nuestras almas cansadas y la victoria sobre los enemigos. Rendición es una palabra propia de una guerra. Es agitar la bandera blanca y decir: ¡Me entrego! ¡Soy tuyo! Paso a estar bajo tu autoridad”.

Entregarse es difícil. Pero si nos detuviéramos a pensar quién nos pide que nos entreguemos, si echáramos una mirada a Sus antecedentes de fidelidad, alzaríamos los brazos tan rápido ¡que hasta se nos podrían salir de lugar!

Es Dios, el Creador del universo. Aquel que nos formó en el vientre de nuestra madre. Aquel que nos ama a pesar de saber todo sobre nosotros. Es todopoderoso y lo sabe todo, en todo lugar y en todo momento. Y nos está llamando en este momento y nos dice: “¡Deja de escapar! Deja de arrastrar esa carga pesada. Deja de hacer todo con tu propio esfuerzo. Pásame tus preocupaciones y deja que Mi amor y Mi bondad te cubran”.

Esto es lo que pasa. En el momento en que le entrega su adicción a Dios, viene ayuda en camino. Cuando le entrega su matrimonio, o sus hijos o cualquier relación, Dios comienza a restaurar vidas y situaciones. Cuando le entrega su salud, su carrera o su futuro a Dios, Él truena desde el cielo y declara la guerra en su nombre (Salmo 18). Amigo, cuando le entrega “eso” a Dios, el poder del cielo está de su lado.

¿Qué está esperando?