Si lee esta revista con frecuencia, sabrá que hace poco quedé en libertad tras pasar 31 años en el Correccional de Florida. Le cuento que ya había perdido la esperanza de llegar a salir algún día, pero seguía creyendo que el Dios que me había dado vida eterna sabía qué era lo mejor para mí, aunque no fuera lo que yo deseaba en ese momento.

Salmo 37:4 promete: “Deléitate en el Señor y Él te concederá los deseos de tu corazón”. El deseo de mi corazón era salir de la cárcel. Quería eso más que cualquier otra cosa y me esforcé mucho por conseguirlo. Presenté muchos escritos al tribunal, tratando (inútilmente) de demostrar que no era culpable del cargo de robo que se me imputaba.

Dios quería que confiara en que Él me liberaría cuando Él lo considerara oportuno.  Proverbios 3:5–6 dice: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (NVI). Tenía mucho que aprender y cambiar, pero a medida que leía y creía en la Palabra de Dios, Él empezó a utilizarme para Su propósito.

De a poco fueron cambiando los deseos de mi corazón y cuando acepté el plan de Dios para mi vida, empecé a escribir cientos de artículos y relatos. Para mi asombro, Dios ha utilizado esas historias para llegar a personas de todo el mundo, tanto dentro como fuera de la cárcel.

Cuando aprendí a confiar en Él, Dios comenzó a bendecirme de maneras que nunca me habría atrevido a soñar. Ya me había liberado de una vida de pecado y esclavitud, pero después, cuando menos lo esperaba, Él abrió milagrosamente las puertas de la cárcel y me permitió salir. Y ahora, todos los días, Él me muestra qué desea para mi vida, al tiempo que continúa colmándome de bendiciones.

Dios utilizó las circunstancias para enseñarme a confiar y obedecer. Así como un orfebre usa fuego para refinar y purificar un metal precioso, Dios usó mis circunstancias para refinarme y purificarme.

Obedecer a Dios exige entrega y confianza y puede ser bastante difícil, especialmente cuando implica dejar algo que queremos. No debemos pensar que la obediencia a Dios va a ser fácil o que la vamos a sentir espontáneamente, pero la manera de enfocarnos en ella puede marcar la diferencia. Podemos rechazarla y quejarnos o podemos tratar de ver cómo la está usando Dios para moldearnos como las personas que Él desea que seamos.

Génesis 22:1–19 nos cuenta una historia de obediencia y confianza. Allí Dios puso a prueba a Abraham, ¡pidiéndole que sacrificara a Isaac, su único hijo! La mayoría de la gente pensaría que pedir algo así es demasiado, pero Abraham ya había aprendido muchas lecciones difíciles de obediencia a Dios. Aunque estoy seguro de que estaba conmocionado y sentía infinito dolor por la orden que le había dado Dios, Abraham obedeció inmediatamente. Al ver su confianza fiel, Dios impidió que Abraham llevara a cabo la tarea y le salvó la vida a Isaac. Después de eso, Dios le hizo muchas promesas a Abraham—todas las cuales cumplió—y todo porque estuvo dispuesto a confiar en Dios y obedecer sus órdenes.

Tuve que aprender a confiar en los tiempos de Dios y en Su capacidad para cuidarme. Dios tiene todo bajo control. Él cambia los corazones de las personas y las circunstancias que las rodean. Hoy que estoy afuera veo qué cierto es eso y estoy alerta y oro para que se cumpla la voluntad de Dios en mi vida.

Poner todo en Sus manos significa confiar en que Él me cuida mejor de lo que me cuido yo mismo. Tuve que esperar 31 años para que Dios abriera los portones de la cárcel, pero sé que la espera tan larga fue para mi bienestar definitivo. Muchas de las cosas que quiero hacer ahora requieren tiempo y paciencia; y debo confiar en los tiempos de Dios para lograrlas—pero sé que Él me allanará el camino para que ocurran.

Si aprende a obedecer a Dios, Él también va a usar su vida para cosas buenas.