Esta historia ocurrió cuando estaba en la cárcel y me dejó una lección espiritual que me ayudó a superar algunos de los momentos de mayor escepticismo durante mi travesía espiritual. Creo que también le puede ayudar en su camino junto al Señor.
Recuerdo ese día como si fuera hoy. Me habían pedido que orase por un hombre al que nunca había visto antes en la capilla. Acababa de recibir la terrible noticia de que la madre estaba en terapia intensiva, sin esperanzas de sobrevivir. Así que apoyé mis manos sobre él y empecé a orar. Inmediatamente sentí que aparecía en mi espíritu la palabra “riñones”.
Bueno, no puedo hablar por los demás, pero “riñones” no es lo primero que me viene a la mente cuando pienso en alguien que está muriéndose. Rápidamente decidí actuar desde la fe y creer que Dios me estaba hablando. Y oré por los riñones de la mamá.
En cuanto la palabra “riñones” salió de mi boca, mi mano sintió cómo temblaba. Cuando terminé la oración, él me miró y me dijo: “Sé que eso vino de Dios, porque nunca te dije que mi mamá está muriendo de insuficiencia renal”.
Mire, en ese momento, sentí como que mi fe me podía hacer caminar sobre el agua. Me corría emoción y confianza por las venas. Estaba convencido de que su madre iba a salir de esa habitación del hospital curada por milagro. La semana siguiente, compartí el testimonio con todos los que estaban en la capilla. Les dije con total seguridad que Dios iba a curar a la madre de ese hombre. Pero lamentablemente falleció un par de días después.
La noticia de su muerte fue como un puñetazo en el estómago. No solo estaba triste por este hombre que acababa de perder a la madre, sino que además estaba confundido y avergonzado. Me había parado frente a los hombres que habían llenado la capilla y me puse en ridículo. Oré para poder entender, pero parecía que Dios se había quedado mudo.
Sin embargo, continué con mi ministerio. Un día entró a la capilla el hombre que había perdido a la madre. Al mirarlo, oí que el Señor le decía a mi corazón: “No se trataba de la madre. Se trataba del hijo”.
De pronto, mi corazón logró entender todo. Antes de orar juntos, ese hombre nunca había querido tener nada que ver con Dios. Ahora participaba en todas las actividades cristianas que ofrecía la capilla. Cada vez que lo veía, tenía la Biblia en la mano. Incluso había solicitado que lo trasladaran al dormitorio para presos cristianos.
Cuando el Señor me dijo la palabra “riñones”, no era porque Él la iba a sanar. Eso lo supuse yo, pero estaba equivocado. En cambio, Dios estaba tras uno de Sus hijos perdidos. Y Él usó esta situación difícil para atraer el corazón de este hombre, al revelarle que Dios era real y estaba presente en su vida. Mi oración por los riñones de su mamá le había encendido la fe y lo acercaron a tener una relación con Cristo.
De esto aprendí una lección importante: Podemos confiar en Dios, aunque las cosas no salgan como queremos o no podamos comprender por qué sucedió algo.
Solo llegamos a ver una pequeña parte del cuadro que está pintando Dios. Sus pensamientos son más altos que los nuestros y Sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8–9). Sencillamente, no debemos confiar en nuestra comprensión, que es limitada (Proverbios 3:5–6). Tenemos que confiar en las verdades simples de que Él es Dios y que Él nos ama.
Tal vez ahora esté pasando por un mal momento. Quizá tenga el corazón abrumado porque busca respuestas. Recuerde que en esta vida solo tendrá cierto conocimiento, pero Dios ve la escena completa y Él está trabajando entre bastidores. Puede confiar en Él, porque Él es el Dios que todo lo ve, que todo lo sabe y que todo lo puede. ¡Y ese mismo Dios lo ama!

KORY GORDON pasó 11 años en la cárcel, donde le entregó su vida a Cristo. Ahora es un evangelista que comparte la Buena Nueva que le dio la libertad. En 2021, fundó Damascus Road, un programa de discipulado sin fines de lucro con albergue para combatir adicciones, reincidencias y la falta de hogar. Para más información, escriba a damascusroad2021@gmail.com.