Todos pasamos por traumas y adversidades en la vida. Todos experimentamos rechazos y traiciones. Pero lo que determina las consecuencias que pueden tener en nuestra vida es lo que hacemos con esos momentos dolorosos. Ese dolor puede ser una puerta a la esperanza, que es lo que nos lleva a una vida nueva, o puede ser nuestro final. La elección es nuestra.

En 2007, me encontré ante esa puerta. Estaba en un lugar oscuro y solitario, en el que parecía que había perdido todo lo importante. Cuando le conté mis problemas a un amigo, me di cuenta de que mi vida se había tornado desesperante. Estábamos en medio del mar cuando le pedí consejo sobre cómo manejar mi situación. Jamás voy a olvidar su respuesta: “Mike, si estuviera en tu lugar, yo saltaría”.

Bueno, no me tiré al mar, pero sí me sumergí más en la oscuridad y continué recorriendo el camino de la destrucción por el que transitaba desde hacía años. Por suerte, Dios no me abandonó ni renunció a los planes que tenía para mí. En cambio, me persiguió sin cesar, interviniendo en mi vida de las formas más increíbles.

Crecí en un hogar cristiano. Incluso cuando no vivía para Él, sabía que Dios tenía un plan para mí. Había oído hablar de Sus planes buenos en la iglesia y la gente a menudo me recordaba de que estaba destinado a hacer algo grande. Y además, tenía sueños.

Un sueño que tuve en 2004 me mostró vívidamente cómo yo inventaba una almohada. Era tan claro que supe que tenía que venir de Dios. Me desperté y me puse a trabajar inmediatamente…a las 2 de la mañana. Mi hija bajó a buscar agua y encontró una habitación llena de notas autoadhesivas y un plan de negocios para MyPillow. Muy entusiasmado, le conté que iba a fabricar almohadas que iban a cambiar el mundo. “Qué raro, papá”, me dijo y se volvió a la cama.

Tuve otro sueño después que me mostró cómo MyPillow me iba a proporcionar una enorme plataforma para ayudar a otras personas. Ayudar a los demás me hacía sentir bien conmigo mismo, así que esto me entusiasmaba. No era frecuente sentirme bien conmigo mismo.

Casi toda mi vida me sentí distinto y fuera de lugar. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía siete años y me cambiaron de escuela. En esa época el divorcio no era algo común y tener un solo padre en la casa me hacía sentir menos que los demás.

Como me había sentido tan distinto de niño, a menudo tenía problemas para socializar. O me encerraba por la angustia que me provocaba hablar con otros o me pavoneaba haciendo locuras. No sabía qué hacer con mi dolor, así que me escapaba de él como podía.

Al final, me volqué a vías pasajeras de escape como la bebida, el juego y las drogas. Por efecto de las drogas, me disminuía la ansiedad. Me sentía con más confianza y relajado y podía hablar con la gente. Pero, como mucho, era una confianza artificial.

Ya mayor, traté de crear mi propia empresa. Siempre había tenido una mente emprendedora, pero sin demasiado éxito. Me enfrenté a los fracasos de mi vida durante la reunión por el quinto aniversario de egresados de mi escuela en 1984.

Observando a mis compañeros de la escuela y escuchando sus historias, parecía que todos tenían las cosas claras, menos yo. Había dejado la universidad, era un jugador compulsivo, el tipo soltero que le debía dinero a la mafia por apuestas de fútbol. (Es verdad: hasta me rompieron los brazos por mis deudas).

La noche de esa reunión estaba acostado en la cama y me invadió la tristeza. Me sentí tan vacío y solo y con una vida chata. Estaba enojado conmigo mismo por no estar donde pensaba que debía estar y por perder el tiempo. Me hacía falta la familia de la que hablaban mis compañeros de escuela y oré: “Dios, por favor, dame una mujer para amarla y formar una familia”. Pensaba que seguramente si tenía familia me iba a sentir feliz, contento y realizado.

En 1987, conocí a una mujer y nos casamos. Juntos, tuvimos cuatro hijos hermosos. Dios me había dado todo lo que le había pedido. Empecé con un food truck y después abrí bares. (No es el mejor lugar para que un adicto pase sus días). Trabajaba mucho. Sin embargo, a pesar de tener la familia y los negocios que marchaban muy bien, seguía estando insatisfecho y las drogas continuaban haciéndome sobrellevar cada día.

Hay un gran concepto erróneo sobre la adicción. Muchos piensan que los adictos son personas sin hogar que viven en la calle. Es así en algunos casos. Pero hay adictos con hermosos hogares y familias. No importa cuántos cubiertos use una persona: la adicción puede afectar a cualquiera.

Durante 15 años fui un adicto funcional. Bebía y consumía cocaína todos los días y sin embargo continuaba trabajando mucho. Parecía una cosa normal: las personas con las que andaba hacían lo mismo. Esas sustancias me ayudaban a sentirme más confiado y seguro. Me permitían hablar con mis clientes.

Pero cuando dejaba las drogas, siempre me asaltaba la tristeza.

Así que seguí combatiéndola de la única forma que conocía. Apenas comenzado el siglo veintiuno, me volqué al crack. Cada día que pasaba, me concentraba menos en el trabajo y más en buscar la próxima dosis.

No pasó mucho hasta que perdí mi primer bar. Todo por lo que había trabajado tanto para conseguir había desaparecido, y estaba devastado. “¿Y ahora, qué”? me pregunté.

A pesar de la gravedad de la situación, tenía que pasar por esa decepción. Fue el primero de una serie de eventos que Dios utilizó para acercarme al plan que Él tenía para mi vida. Fue en esa época cuando tuve aquel primer sueño de MyPillow: una visión de algo nuevo que recibí de Dios.

Durante un año trabajé incansablemente, diseñando la almohada MyPillow. Compré una trituradora de las que se usa en las granjas y empecé a cortar gomaespuma. Mis hijos participaban de cada etapa del proceso, desde diseñar logos, desarrollar modelos y contratar a sus amigos para ayudar con la producción. Cuando mis vecinos se enteraron de lo que estaba haciendo, se preguntaron burlonamente: “¿Qué? ¿Ahora Mike está fabricando almohadas? ¡¿Está fumando crack?!”. (No tenían idea de que así era).

Con el producto final en mano, me dispuse fervorosamente a revolucionar el sector de las almohadas. Pero a mi entusiasmo le respondieron con rechazo, ya que todos los comercios minoristas me dijeron que no. Un amigo me sugirió que vendiera en un kiosco del mall local. Ni siquiera sabía cómo se escribía kiosko, pero hice el intento. Solo trabajé un par de días allí, pero eso es todo lo que Dios necesitaba para hacer que ocurra un encuentro por su designio.

Una de las personas que pasó por allí “curiosamente” era el director de la Feria de Casa y Jardín de Minnesota. Me pidió mi tarjeta cuando me compró la almohada MyPillow. La almohada lo ayudó tanto que después me llamó y me sugirió que adquiriera un stand en la feria. Así lo hice.

El primer día de la feria vendí 12 almohadas solamente. Estaba tan angustiado…no sabía cómo hablar con la gente sin ayuda de las drogas. (En ese momento todavía consumía, pero siempre me aseguraba de estar sobrio en los eventos). Me paraba detrás de una mesa, para que los clientes no invadieran mi espacio.

Después de ese primer día, muchos de mis clientes volvieron a la feria solo para decirme que la almohada MyPillow les había hecho bien. Esto aumentó mi confianza de manera increíble. Para mí, no se trataba tanto de hacer dinero, como de ayudar a la gente.

Durante los seis años siguientes vendí en la Feria de Casa y Jardín y en la Feria Estatal de Minnesota con excelentes resultados. Mi familia podría haber vivido bien solo con lo que ganaba en estos eventos, pero yo sabía que MyPillow tenía un destino mejor aún.

Aunque estaba bien encaminado al éxito, seguía sintiéndome infeliz y continuaba dependiendo de las drogas para ocultar mi dolor. En 2007 ocurrió lo inevitable—mi adicción me pasó factura y se llevó todo, incluso mi matrimonio. Casi perdí MyPillow, también, cuando otras personas trataron de apoderarse de mi empresa. Sufrí una traición dolorosa. Fue en ese momento que aquel amigo me confirmó que estaba desahuciado cuando comentó: “Mike, si estuviera en tu lugar, yo saltaría”.

Mis circunstancias dolorosas siguieron en aumento, y también mi consumo. En este punto estaba usando crack todos los días, hasta que llegó otra intervención de Dios.

Me estaba quedando en una casa donde vendían crack, en el centro de Minneapolis. Salí de la habitación y había tres traficantes parados ahí. Estos tipos sabían uno del otro, pero no se conocían personalmente. Pregunté: “¿Qué están haciendo aquí?”.

Uno dijo: “Mike, hace 14 días que estás volado. Ya no te vamos a vender más”.

Yo pensé: “¿Qué es esto, una intervención?”.

Poco después, salí a la calle. Pasó que estos tipos habían dado la orden de que nadie me vendiera. Furioso, volví a la casa y le dije a ese traficante lo que pensaba.

Me respondió: “Viejo, hace años que nos dices que MyPillow es una plataforma de Dios y que ibas a dejar las drogas y que ibas a venir a ayudarnos a todos a salir de este mundo de adicciones en el que vivimos”. Revoleó los ojos y me quitó el teléfono.

Después me sacó una foto y me dijo: “Aquí tienes. Vas a necesitar esta foto para el maldito libro que siempre estás diciéndonos que vas a escribir”. Esa foto ahora está en la tapa de mi libro, ¿Cuáles son las probabilidades? De adicto al crack a CEO.

Me encantaría decir que dejé las drogas esa noche, pero no fue así. En cambio, mi vida empeoró. Afortunadamente, Dios todavía no me había dado por perdido. A los siete meses, volvió a intervenir.

Estaba acostado boca arriba en el piso de una casa vacía en el medio del bosque, mirando al techo. Mientras meditaba sobre lo inútil que era mi vida, alguien golpeó la puerta. Me sorprendió ver a mi viejo amigo Dick. Habíamos crecido juntos, habíamos empezado a consumir juntos también, incluso el crack. Pero Dick había encontrado al Señor. Su vida había tomado un curso distinto y no lo veía desde entonces.

“¿Qué haces aquí?” le pregunté. Me dijo que el Señor le había sugerido visitarme y quería saber qué estaba pasando. Sabía que podía confiar en Dick y empecé a contarle detalles de mi vida. También le hice muchas preguntas sobre su fe. Sabía que él había probado todo tipo de programas de rehabilitación, como yo, pero esto de Jesús parecía ser distinto. Quería saber cómo y por qué.

Durante dos horas, Dick me contó cómo Cristo había cambiado su vida cuando todo lo demás había fracasado. Me interesaba mucho saber si la vida cristiana era aburrida. Me aseguró que no.

No acepté a Jesús en mi vida esa noche, pero Dios utilizó a Dick para plantar otra semilla de esperanza que pronto iba a echar raíces.

El 16 de enero de 2009, mi espíritu se llenó de determinación. Supe que estaba por perder la oportunidad de llevar a cabo cualquier plan que Dios tuviera para mi vida, y le pedí que me librara de mi adicción. No era la primera vez que oraba. Lo había hecho muchas veces en la cárcel, tratando de negociar con Dios para hacer que mis problemas desaparezcan. Pero ese día había algo distinto.

Desesperado por hacer un cambio, le dije a Dios que estaba dispuesto a hacer lo que Él quisiera, pero necesitaba que primero me librara de mi deseo de consumir.

Cuando desperté al día siguiente, fue un milagro total. No tenía ningún tipo de necesidad física ni mental de drogas, alcohol ni nada y no la he tenido desde entonces.

Estaba libre. ¡Estoy libre! Inmediatamente me aboqué a reorganizar y recuperar MyPillow. Me dediqué a convertirla en una gran plataforma que pudiera ayudar a otros adictos a encontrar la libertad que había encontrado yo.

Puse manos a la obra con más pasión que nunca. Por fin me había quitado de la espalda el peso de mis adicciones. Lo primero que necesitaba era conseguir $30.000. Me sentí muy intimidado cuando me reuní con los posibles inversores y les conté que era ex adicto al crack. Uno de ellos me preguntó cuándo había dejado de consumir. Su cara fue de sorpresa cuando le respondí: “el jueves pasado”. Increíblemente, acordaron prestarme los $30.000 que necesitaba. Ni siquiera pudieron verificar mi licencia, porque no tenía. Fue otra intervención divina.

Meses más tarde entendí la importancia de descubrir los motivos de mi adicción. Fui a un centro ambulatorio de la iglesia de mi hermana. La primera noche, me pavoneaba con los otros hombres sobre la cantidad de centros de rehabilitación en que había estado, la cantidad de drogas que había consumido y diciendo que sabía mucho más sobre la recuperación de las adicciones que cualquier psicólogo.

Rafe, el psicólogo, me dijo que no le importaba nada de eso. En cambio, quería saber sobre mi padre y mi niñez. Pensé para mí: ¿qué diablos tiene que ver con nada de esto?

Rafe me ayudó a comprender que las adicciones a menudo tienen su origen en traumas de la niñez, especialmente la falta de padre. Abordar esos traumas del pasado era fundamental para poder recuperarse. Necesitaba tratarlos, o continuarían manifestándose de maneras poco saludables. También aprendí que esas heridas le habían abierto una puerta a Satanás para que arraigara sus mentiras en mi vida. Allí aprendí mucho, pero todavía no estaba preparado para entregarle mi vida a Jesús. En cambio, continuaba enfocado en hacer crecer la empresa.

Todavía estaba luchando para que los comercios minoristas aceptaran mi producto, así que decidí llevarle mi almohada a la gente mediante la magia de la televisión. Convencí a mi familia y a mis amigos de que juntaran su dinero para ayudarme a crear un infomercial.

Nadie me dijo nunca que un infomercial no es la mejor forma de marketing, así que pensé que iba a funcionar. Alguien me sugirió contratar a un actor, pero sabía que si quería generar ventas, tenía que ser algo genuino. Y nadie creía en MyPillow más que yo.

Arreglamos para tener audiencia en el estudio y contraté a un copresentador. El día de la grabación, estaba muerto de miedo. Aún después de tantos años en ventas, todavía tenía ese miedo de hablarle a la gente que me paralizaba y no me ayudó demasiado que el productor dijera que yo era el peor tipo que había hecho un infomercial y que jamás llegaría a la televisión.

Estaba viviendo en el sótano de la casa de mi hermana cuando ese infomercial salió al aire a las 3:00 a. m. del 7 de octubre de 2011. Fue algo surrealista verme a mí mismo vendiendo MyPillow en televisión. En 40 días, MyPillow pasó de tener 10 empleados a 500. Fue un milagro que pudiéramos fabricar las almohadas que necesitábamos para cubrir la demanda.

En pocos años, MyPillow generó cientos de millones de dólares, pero empecé a dar ciertas cosas importantes por sentadas y, sin que me diera cuenta, MyPillow tenía una deuda de seis millones de dólares.  Eso fue en 2014 y, una vez más, MyPillow estaba colgando de un hilo. Estábamos a dos días de desaparecer cuando Dios intervino una vez más.

Esta vez, utilizó a una mujer llamada Kendra. Había notado mis luchas y me animó a orar. Luego me preguntó sobre mi relación con Dios. Le dije que creía en Él, que siempre había creído. Pero ella me desafió a tener una relación personal, íntima con Él. Me daba cuenta de que Kendra tenía una paz interior y una confianza que yo no tenía. Había visto esas mismas cualidades en otros cristianos también. Durante tres años, observé la relación que Kendra tenía con Dios. Bien dentro de mí, sabía que eso era lo que necesitaba.

Finalmente, el 18 de febrero de 2017, me puse de rodillas y le entregué mi vida a Jesús por completo. En ese momento me quité el peso que cargaba sobre los hombros. Tuve una sensación de alivio al recibir el perdón de Dios y perdonarme a mí mismo. A partir de ese día, mi vida y MyPillow están en manos del Señor. MyPillow y mi vida son prueba del poder de la oración. Han sucedido tantos milagros que si los contara todos no terminaría nunca.

Un par de meses después de entregarme a Jesús, me paré frente a 15.000 personas en el US Bank Stadium, y hablé de mi historia. Estaba anonadado por la forma en que Dios se había hecho cargo de mí—un tipo al que le aterraba tanto hablar en público que tenía que consumir drogas hasta para abrir la boca—y que ahora me ponía en un escenario para ser fuente de esperanza para otros.

Mucha gente mencionó después que mi historia los había ayudado. Me hizo sentir bien saber que por fin estaba en el camino que Dios había planeado para mí. Ahora estaba en condiciones de ayudar a otras personas a encontrar el camino correcto también.

Como puede ver, me llevó muchos años entregarle por fin mi vida a Dios y aceptar Sus planes. Me molestó haber desperdiciado tanto tiempo, pero Dios nunca desperdicia nada.
No se trata de cuánto tardemos en entregarnos o por qué medios: solo se trata de que por fin lleguemos a hacerlo.

¿Ya lo hizo? Si no, hoy puede ser ese día. Vamos, póngase de rodillas ya mismo y entréguele su vida a Jesús. Entréguele todo: su deseo de consumir, sus traumas, su dolor íntimo, esas decepciones y sus fracasos. Entréguele su familia, su negocio o su condena a la cárcel. ¿Para qué esperar? Probablemente ya haya probado todo lo demás. Créame: Jesús es la respuesta. Puede confiarle su vida.

Permítame finalizar con uno de mis párrafos bíblicos preferidos. Proverbios 3:5–6 dice: “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar” (NTV). Hágalo. Todo va a cambiar.

 

Mike Lindell, creador y CEO de MyPillow, siente pasión por ayudar a los demás a librarse de la adicción a través de Cristo. Para conseguir recursos gratuitos para la recuperación, visite LindellRecoveryNetwork.org. Para comprar el libro de Mike recientemente publicado ¿Cuáles son las probabilidades? De adicto al crack a CEO, visite Amazon.com. También está disponible la versión para cárceles con tapa blanda (código ISBN 1734283432).