Pase la prueba
Por Kristi Overton Johnson
Durante meses, el Señor había estado grabando a fuego en mi corazón la importancia de la integridad y la honestidad. “No tomes atajos, Kristi. Los atajos le abren la puerta al enemigo para que cause estragos en tu vida y en el ministerio”. Había recibido estas palabras con gran entusiasmo. Pero después vino la prueba, y no la pasé.
Supe que estaba mal en el instante mismo en que ocurrió. Parecía algo enigmático, y venía anunciado con las palabras “Si alguien te pregunta cómo lo conseguiste, solo dile ______”. Había un proceso que tenía que atravesar, y yo lo sabía. Pero el proceso era tedioso y podía tener un resultado negativo, así que cuando este inmenso hombre de Dios me ofreció el atajo, le dije a la vocecita que tenía en la cabeza que se callara y lo tomé.
No es que lo que me ofrecía fuera algo malo. Era un regalo increíble. Y si tuviera que contarle de qué se trataba, usted pensaría que es una tontería. Pero fuera o no algo trivial ¡me estaba comiendo viva!
Lidié con mis principios durante varios días. Para sentirme mejor, busqué culpables: “Yo no lo pedí; él me lo dio”. Justificaba el regalo recibido con: “Lo necesitaba. Es algo bueno. Podría decir ¡un regalo de Dios! Le va a hacer sentir a la gente tan bendecida”. Y así fue.
Fue pasando la semana y trataba de convencerme de que Dios se lo había regalado a nuestro ministerio. “El Señor me concedió lo que deseaba con el alma. Oré para conseguirlo ¡y ahora lo tengo! ¡Es una bendición del cielo!”. Le agradecí al Señor por el regalo tan hermoso.
Pero el Espíritu Santo continuó aguijoneándome la conciencia hasta que la bondad de Dios me llevó a arrepentirme (Romanos 2:4). El arrepentimiento se produjo cuando opté por dejar de lado los justificativos, el razonamiento y las culpas y pedirle a Dios su perspectiva del asunto. Allí, en silencio, Dios me reveló Su verdad desde el amor.
Vi claramente que lo que había hecho estaba mal. Me había salteado el proceso correcto, no le había hecho caso a la voz interior de mis principios y había puesto en riesgo mi reputación y el ministerio que Dios me había confiado. No solo eso, sino que además le había dado crédito a Dios por responder a mi oración de una manera dudosa. O sea…¡por favor! Estamos hablando de un Dios santo que hace lo correcto. Él no anda merodeando en las sombras para hacer que ocurra lo que necesito.
Pillada y descubierta, caí de rodillas y me arrepentí. “Señor, tienes razón. Lo que hice está mal. Mis acciones fueron un ejemplo espantoso para otras personas y lo siento. Perdóname, por favor”. Tenía el estómago revuelto.
Créame que la culpa salió a escena rápidamente. Pero después recordé que la condena de Dios está basada en Su amor por mí, no en el enojo ni la decepción. Él me había revelado mi pecado para corregirme, protegerme y para que mejore, no para castigarme. Dios no quería que perdiera tiempo valioso hundiéndome en la vergüenza. Él quería que aprendiera de mi error y que hiciera mejor las cosas en adelante. Si estaba verdaderamente arrepentida, Dios ya me había perdonado (1 Juan 1:9).
O creía en Su Palabra y confiaba en Su amor, o no.
Estoy agradecida por el amor de Dios y por amor a Él quiero pasar la próxima prueba de integridad. Quiero demostrarle al Señor que se puede confiar en mí hasta en el más mínimo detalle. Quiero llevar una vida irreprochable para que ninguna persona pueda acusarme (1 Pedro 2:12). Dios no permita que tome un atajo que le dé a Satanás una oportunidad de ensuciar el trabajo que está haciendo Dios (Efesios 4:26–27).
Amigo, hay bendiciones a consecuencia de la integridad. No tome un atajo. No vale la pena. Ande con fe, haga las cosas a la manera de Dios y confíe en Su tiempo. Hacerlo va a demostrar su amor por el Padre y le permitirá lograr cosas más importantes (Lucas 16:10).

KRISTI OVERTON JOHNSON motiva a las personas y les da herramientas para que logren la victoria mediante sus historias, conferencias y el ministerio carcelario. Para más información, visite kojministries.org.