Un día me vestí y me quedé mirándome al espejo. Hacía un año que me había casado con Tracy y estaba decidido a terminar. Le dije a Dios: “¡Mi esposa está loca y esta relación es una locura! No lo soporto más”. Había dicho lo mismo de mis matrimonios anteriores.

Pero dentro de mi corazón Dios dijo claramente: “No, Darryl. Tu esposa no es el problema y tampoco es el matrimonio. Eres tú”. Sus palabras me pegaron fuerte. Ese día, frente al espejo, de pronto me di cuenta de que tenía que dejar el juego de la culpa y abordar mis inseguridades, mis cicatrices y problemas.

Durante demasiado tiempo mi dedo había apuntado a Tracy, a quien le marcaba sus fracasos, fallas y defectos de carácter. Había tratado de cambiarla, cuando era yo el que necesitaba que lo cambien. Necesitaba que me limpiaran de pecados, adicciones, malos hábitos, comportamientos y actitudes.

Mi basura no era la basura de Tracy; era mía. Y mientras no estuviera dispuesto a escarbar en la basura de mi corazón con Dios y permitirle hacer Su trabajo, todas mis relaciones terminarían destruidas. ¿Por qué? ¡Porque yo estaba en ellas!

Y tengo una larga lista de relaciones rotas para probarlo.

Comencé este matrimonio con muchas heridas profundas que necesitaban sanar. Como leyó en mi historia en la pág. 18, fui un hombre con muchas heridas. Pero ese día frente al espejo, Dios me mostró cómo encontrar el camino a la sanación mediante la autoevaluación.

Sus palabras no tenían por objeto lastimar o avergonzar. Eran para motivar una convicción en el corazón que llevaría al cambio. Dios quería que yo, Su hijo, tuviera una vida mejor que la que tenía.

Ese día me embarqué junto a Él en un viaje de autoevaluación. Oraba con insistencia: “Te necesito, Dios. Límpiame. Purifícame. Castígame”. Dios cumplió, adentrándose conmigo en mi desastre y abriéndose paso trabajosamente entre la pestilencia de mi corazón y mi mente.

Con el tiempo, Él me reveló que los problemas de mi relación nacían de mis problemas de fondo: desconfianza, incapacidad de perdonar y temor. Arrastraba mis problemas de confianza de las relaciones y experiencias anteriores con personas que solo querían conocerme por lo que les podía ofrecer. Tenía miedo de confiar en alguien, incluso Tracy, una mujer íntegra que sabía que me amaba y amaba al Señor. Pero tampoco sentía que podía confiar en Él. ¿Quién brinda amor incondicional?

Mi falta de confianza salía a la superficie en peleas brutales con mi esposa. Sospechaba de todo lo que hacía. Cuestioné su integridad y le hice acusaciones falsas sobre dónde había estado, con quién había estado y cómo había gastado nuestro dinero.

Pero Tracy no era el problema ni el origen de mis inseguridades. La culpa la tenían los pecados de los demás y los míos. Yo era el que iba de juerga y faltaba a mi palabra, no ella.

La incapacidad de perdonar también era una cuestión seria. No había perdonado a mi padre por el abuso al que me había sometido de niño. Ni había perdonado a mis ex esposas ni a nadie que me hubiera lastimado en el pasado. Mantenía a estas personas en cautiverio dentro de mi corazón, pero yo era el único que sufría.

La incapacidad de perdonar me impidió encontrar la libertad verdadera. La amargura llenaba mi corazón a diario y se hacía visible en la forma que trataba a Tracy. Cuando disentíamos, yo pensaba: “Bueno, no te necesito. Puedo hacer todo solo”. La rechazaba emocional y sexualmente. No quería que se metiera demasiado dentro de mi alma y tocara mi verdadero yo.

Además, estaba el factor miedo. Siempre tuve miedo a que me juzguen. Cuando se es una celebridad, uno es un blanco fácil. Probablemente es el aspecto más difícil de la vida de las estrellas. Todo el mundo tiene su opinión (que normalmente no es buena), y se muere por darla a conocer. Estaba cansado de leer cosas negativas sobre mí en los titulares, algunos de los cuales no eran verdad. Lo que más me dolía era escuchar que yo era un desperdicio.

Tenía tanto miedo de la opinión pública que cuando empecé a salir con Tracy y al principio de nuestro matrimonio, dejé de salir. Me deprimí y me escondí en la casa. Desde la cama le preguntaba a Tracy: “¿Por qué Dios no me deja morir de una vez?”.

Su respuesta todavía me suena en la cabeza: “Ay, Darryl, nunca te vas a librar así de fácil. Las personas como nosotros no tenemos tanta suerte. Dios tiene un plan para tu vida y para la mía, pero tenemos que recorrerla para llegar a él”.

Mi desconfianza, miedo e incapacidad de perdonar me hicieron caer muy bajo y me retuvieron allí. Pero todo eso empezó a cambiar el día que reconocí mi culpa, profundicé en la Palabra de Dios y me entregué al trabajo del Espíritu Santo. El Gran Doctor me hizo una cirugía espiritual de corazón y mente, cambiándome desde dentro hacia afuera. Renovó mi mente y me convirtió en el hombre que me había creado para que fuera (Romanos 12:2). Fue entonces cuando me convertí en un hombre de verdad.

Pero mi restauración completa no fue inmediata. Me llevó tiempo. No me había metido en tantos problemas de la noche a la mañana, por lo que llevaría tiempo salir de ellos. Tenía que perdonarme a mí mismo.

La transformación nunca es un evento de un día dedicado a la oración; es un proceso que se debe iniciar junto a Dios.

¿También tiene un historial de relaciones fallidas? Si es así, es hora de mirarse al espejo, dejar el juego de la culpa y ser realista. De disponerse a escuchar la perspectiva de Dios sobre usted.

Sus relaciones recién van a cambiar cuando esté dispuesto a decir: “Examíname, Dios. Muéstrame los problemas reales de mi corazón. Me niego a seguir culpando a los demás. Sé que ignorar los problemas de mi corazón solo puede llevar a la destrucción. Dame Tu perspectiva y ayúdame a convertirme en el esposo, padre, hermano y amigo que Tú deseas que sea”.

¿Quiere un nosotros mejor? Sea un yo mejor. El cambio exterior ocurre cuando está dispuesto a hacer el trabajo interior.

 

Darryl Strawberry maravilló a muchos durante su carrera como beisbolista. Esta leyenda fue uno de los jonroneros más temibles en la historia del béisbol. Pero actualmente el propósito y la pasión de Darryl es servir al Señor dando un mensaje de esperanza y ayudando a los demás a transformar su vida mediante el poder del evangelio. Ha publicado varios libros, como Finding Your Way, Turning Your Season Around y The Imperfect Marriage, que escribió junto con su esposa Tracy. Para más información, visite findingyourway.com.