Cuando tenía diez años, mi madre nos llamó a mis hermanos y a mí a una habitación y nos dijo que nuestro padre había muerto en un accidente automovilístico. Fue una noticia traumática, pero fue peor aun porque nunca había escuchado a mi padre decirme que me amaba, ni una sola vez. Y ahora nunca lo haría.

La ausencia de esas palabras me hizo creer que no era digno de amor. Me sentí despreciado por mi padre de una manera eterna.

¿Alguna vez se ha sentido imposible de amar o rechazado? Es doloroso, ¿no?

Para aliviar el sufrimiento, me propuse encontrar el afecto a través de las personas y las posesiones. Trabajé duro y me convertí en un exitoso hombre de negocios. Acumulé muchas cosas y me rodeé de mucha gente.

Hay una canción de Mickey Gilley titulada “Looking for Love in All the Wrong Places” (Buscando el amor en todos los lugares equivocados). Pues, así estaba yo.

Llegué a la conclusión de que la gente me amaría si tenía muchas cosas que ofrecerle. Estaba equivocado.

Cuando los otros no llenaron el vacío, comencé a buscar el amor en el alcohol y las drogas. Seguramente esas sustancias no me rechazarían. Bajo su influencia, me sentía confiado. Pero el subidón que brindaban siempre me hundía.

Me acuerdo de un viaje misionero que realicé a China no hace mucho. Antes de volver a casa, tuve tiempo de visitar un centro comercial en Pekín. Encontré todo tipo de ofertas increíbles en artículos de diseñador, cosas que se vendían a una fracción de lo que pagaría en mi país. Emocionado, compré cuatro chaquetas de marcas famosas a 15 dólares cada una. ¡Qué oportunidad!

En realidad no era así. Esos abrigos resultaron ser imitaciones. Cada objeto de ese centro era una copia barata de lo auténtico, al igual que las relaciones que yo había basado en las posesiones, y la aceptación que había buscado en el alcohol y las drogas. Eran falsificaciones burdas del amor verdadero. Y lo poco que me dieron solo me causó más dolor y hasta me llevó a la cárcel.

Así que déjeme decirle algo: las drogas y el alcohol no aman. Al igual que una empresa exitosa no puede amarnos. Tampoco pueden hacerlo las personas que nos “aprecian” únicamente por lo que les damos. Esas cosas y esos seres solo nos dejan vacíos.

La Biblia nos dice que el amor verdadero e imperecedero se encuentra solo en Cristo. Su amor es incondicional. No podemos ganarlo ni perderlo. El amor de Dios es eterno (Jeremías 31:3; Juan 3:16), y es todo nuestro solo con pedirlo.

Esas son buenas noticias porque incluso el amor del mejor padre, cónyuge, hijo o amigo inevitablemente nos decepcionará. Pero el de Dios nunca lo hará (Romanos 10:11). Eso es imposible porque Dios es amor (1 Juan 4:8).

Y podemos ir más allá, cuando aceptamos Su amor, Dios nos hace Sus hijos para siempre. “Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos!” (1 Juan 3:1 NTV).

Con tristeza digo que me tomó 42 años aceptar el amor verdadero e incondicional de mi Padre celestial. Y pensar que me gasté una fortuna intentando que otros me dieran algo que Dios estaba dispuesto a entregarme de gratis.

¿Y usted? ¿Se esmera por demostrar su valor a través del éxito? ¿Trata de ganarse el amor de los demás mediante cosas? ¿Se rodea de personas que no se interesan en usted solo para no estar solo? Ese es un callejón extenuante y vacío.

No tiene que buscar más. El verdadero amor puede ser suyo hoy mismo. Ore conmigo: Señor, quiero Tu amor. Estoy cansado de buscar el amor en todos los lugares equivocados. Esas cosas y personas solo me han decepcionado. Hoy, recibo Tu regalo de amor al aceptar a Tu Hijo, Jesús, en mi vida. Gracias por darme la bienvenida a Tu familia para siempre. Amén.

 

 

DANNY R. COX recibió el llamado de Dios para ser evangelista cuando cumplía condena en prisión. Ahora es evangelista acreditado y capellán de correccional. Danny comparte su historia en iglesias y prisiones del mundo entero. Su libro, Adicto a una mentira, está disponible en inglés y español por Amazon. Es el fundador de Prison2Preacher Ministries.