No podemos ir por la vida sin experimentar el dolor y la decepción. La cruda verdad es que la gente nos defrauda y nosotros también la defraudamos. Esas heridas y decepciones pueden causarnos una amargura que nos consume si se lo permitimos.

¿Cómo puede saber usted si es prisionero de la amargura? Hágase estas preguntas.

¿Las cosas pequeñas lo irritan? ¿Culpa a otros de sus problemas? ¿Se siente emocionalmente adormecido, se cansa rápidamente o pierde interés en la vida? ¿Se frustra fácilmente y se pone a la defensiva? ¿Es pesimista y crítica a los demás? ¿Justifica su mala actitud culpándolos a ellos? ¿Frena la comunicación y se aleja de los otros? ¿Envidia la vida de otras personas? ¿Recrea situaciones en su cabeza y reabre viejas heridas? ¿Trama venganzas?

Si respondió que sí a cualquiera de esas preguntas, puede estar creciendo en su corazón una ponzoñosa raíz de amargura. Le sugiero que se ocupe de ella ahora antes de que ahogue su vida.

La amargura es un truco que Satanás usa para encarcelarnos. Él quiere que perezcamos por el veneno de la amargura y nos llevemos a otros con nosotros. Por esta razón el escritor de Hebreos 12:15 nos advierte: “Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne” (NTV).

Yo experimenté muchas decepciones cuando era niña, y la amargura echó raíces en mi corazón. Esas desilusiones me dolieron y me enojaron. Con el tiempo, la ira no resuelta nutrió la raíz de la amargura, que creció y me esclavizó.

En la prisión de la amargura, culpé a otros por mis circunstancias. Perdí todo lo que valoraba: mi mente, mis hijos, mi salud y mi libertad. Cuando finalmente me di cuenta de que el problema era mi corazón amargado, encontré la libertad con la ayuda de Dios y la verdad de Su Palabra.

Estos son algunos consejos para salir de la prisión de la amargura:

Perdone a quien lo ofende y la ofensa. El mundo quiere que estemos amargados, pero Jesús nos llama a ser mejores (Romanos 12:2). Por ello, Él nos enseña a perdonarnos unos a otros tantas veces como sea necesario (Mateo 18:22).

Mientras estaba clavado en la cruz, Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34 NTV). Jesús entiende nuestro dolor. Lo hirieron, abusaron de Él, lo juzgaron injustamente y lo crucificaron. Sin embargo, perdonó a aquellos que lo habían lastimado y mostró el camino hacia una vida de libertad con Su último aliento.

Perdonar a quien lo ofende y dejar pasar la ofensa es difícil. Pero es la única manera de evitar que la amargura envenene nuestras relaciones con Dios y con los demás.

Nos gusta llevar la cuenta del mal que nos hacen. Nombrar la ofensa específicamente es entregársela a Dios y borrar el residuo. Y eso evita que la amargura se acumule y se arraigue.

Arrepiéntase de las reacciones pecaminosas y profanas. Según Efesios 4:31, la amargura es un comportamiento maligno y pecaminoso a los ojos de Dios. Por lo tanto, debemos arrepentirnos y pedirle perdón por albergar la ofensa en nuestros corazones. El pecado nos impide experimentar lo mejor de Dios, y se propaga para corromper los corazones de los demás.

Busque una comunidad de creyentes que le exija responsabilidad. Hebreos 12:15 nos instruye: “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos”. Es difícil hacerlo solo.

El plan de Dios para usted no incluye que lo aprisione la amargura. Usted, como Su hijo, tiene un llamado más elevado. No deje que Satanás lo engañe (2 Corintios 2:10–11). El enemigo quiere que usted crea que es una víctima y que merece vengarse de aquellos que lo ofenden. Pero la amargura conduce a la oscuridad y a la muerte, y Dios lo ha llamado a salir de la oscuridad (1 Pedro 2:9).

La amargura nos llega cuando fallamos en perdonar a aquellos que nos han lastimado. Por lo tanto, el perdón es la cura para un corazón envenenado y amargado (Efesios 4:32). Una mente y una vida transformadas deben incluir perdonar a los demás en el pasado, el presente y el futuro.

¿Hay alguien a quien usted necesite perdonar? Dígaselo al Señor y reciba Su perdón por albergar amargura en su corazón. Luego pídale que lo ayude a disculpar tanto al que lo ofendió como la ofensa. Él lo ayudará.

Dios nunca nos llama a ser parte de Sus propósitos más elevados sin capacitarnos para avanzar en la fe y vivir según Su voluntad (Hebreos 13:20–21).

 

SHERIDAN CORREA, MA es consejera bíblica y tiene estudios sobre la atención integral basada en el trauma. Está casada, es mamá de dos adolescentes, cantante y una corredora entusiasta, cuya vida Jesús ha cambiado radicalmente. Se unió a la familia de Victorious Living en 2022 como administradora de nuestras redes sociales.