Hace poco cuidaba a mis sobrinas mientras mi hermano y su esposa se iban de vacaciones cuando experimenté algo asombroso.

Cuando la niña de tres años se sentía frustrada o triste, gritaba y luego corría a su habitación. Sabía que eso no era aceptable, pero no quería seguir mis indicaciones. Prefería marcharse. La dejaba ir y le daba tiempo para que se calmara antes de ir a su habitación a ver cómo estaba. Me resistía a la reacción normal de los adultos de reprenderla, corregir su comportamiento e insistir en que obedeciera.

En cambio, le preguntaba: “¿Qué pasó? ¿Qué estás sintiendo?”.

“Estoy enojada”, respondía. “Y me siento triste”.

Le preguntaba si podía sentarme y abrazarla. Con el rostro cabizbajo, decía que sí. La cargaba y, con un abrazo, le decía: “Está bien. Entiendo cómo te sientes y te quiero”. Luego nos abrazábamos hasta que volvía la calma. Solo entonces ella tenía las ganas y la capacidad de escuchar, y responder a mis indicaciones.

Ya sea que se trate de un niño o de un adulto, no es fácil expresar empatía y aceptar a alguien que se está portando mal deliberadamente o que no está dónde creemos que debería estar. Como orientadora con conocimiento de traumas y, sinceramente, como alguien que a menudo ha necesitado que la corrijan, he aprendido que es mejor establecer una conexión antes de intentar corregir una situación.

Reconocer las emociones que experimenta una persona calma el momento, y ayuda al otro a escuchar y seguir indicaciones con mayor facilidad. En lugar de sentirse juzgada y condenada, la persona se siente vista, escuchada y amada.

Aprendí esta conducta de mi Señor y Salvador, Jesucristo. A lo largo de la Biblia, lo vemos conectándose con la gente mediante el corazón antes de corregirlas.

Estar presente con una persona tiene un profundo poder, independientemente de su respuesta. Mostrar verdadera preocupación e interés puede cambiar una vida mientras crea una sintonía celestial y relajante entre espíritu y alma.

En esta vida, todos tenemos problemas. Cometemos errores, y queremos huir, escondernos y expresar nuestra frustración, a menudo de manera inapropiada. Doy gracias a Dios por Su misericordia y gracia. Él entra en nuestras situaciones con amor y nos invita a acercarnos. Nos sostiene y escucha, luego brinda la sabiduría y el consuelo que necesitamos. Su actitud amable permite corregir con facilidad para enfrentar cosas difíciles.

Jesús no corrigió con gritos. No condenaba ni insultaba a las personas para generar un cambio de comportamiento. Nunca obligaba a nadie a hacer lo que Él quería. Se comunicaba con la gente para que pudiera volver a la vida.

Jesús nunca se sorprendió ni tuvo miedo de la experiencia interior de una persona. Se adentraba en ella, tal como lo hace hoy. Su presencia calma nuestras almas y nos ayuda a enfrentar cualquier desafío que se nos presente.

Ese es el Jesús que nos ama, que vive dentro de nosotros y que nos da acceso ilimitado a Él, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. Él es el Buen Pastor que se conecta con nosotros mostrando empatía, amor incondicional y cuidados constantes.

Si usted está huyendo del conflicto y escondiéndose en la frustración, deténgase. Dele a Jesús un minuto…o mejor aún, diez. Deje que se siente con usted por un rato y lo contenga. Deje que Él traiga paz y diga la verdad a su ser interior. Experimentará el poder de Su presencia, y hallará el consuelo y la fuerza que desea su alma cansada.

Dios nunca lo rechazará, abandonará, decepcionará o dejará que luche solo con sus emociones. Él está siempre con usted, listo para ayudarlo y sostenerlo (Isaías 41:10). Él es el ancla de su alma (Hebreos 6:19). Solo pronuncie Su nombre (Salmo 124:8; Hechos 2:21).

Las últimas palabras de Jesús a Sus discípulos antes de morir y ascender al cielo fueron: “Estaré con ustedes siempre” (Mateo 28:20 NVI). Su promesa va dirigida también a usted y a mí. Jesús conoce los desafíos que enfrentamos, las vueltas, los altibajos, las victorias y las derrotas. Su presencia es lo que nos permite soportar todo.

 

SHERIDAN CORREA es consejera bíblica y tiene estudios sobre la atención integral basada en el trauma. Está casada, es mamá de dos adolescentes, cantante y una corredora entusiasta, cuya vida Jesús ha cambiado radicalmente. Actualmente es la directora de contenidos de VL.