Mi amiga Linda y yo nos reunimos hace años en un Cracker Barrel para compartir y discutir el alcance del programa de correspondencia carcelaria que ella dirigía entonces. Después de disfrutar de la comida, salimos a orar por los privados de libertad de la familia Victorious Living.

Nos sentamos en las mecedoras y oramos con los ojos abiertos para no llamar la atención. Mientras lo hacíamos, noté que un hombre entraba y salía del restaurante. Nos pasaba a un lado. Me di cuenta de que también lo había visto dos veces en ese mismo lugar.

Dado que a menudo Dios usa escenas y frases repetitivas para captar mi interés, le pregunté internamente si deseaba que hiciera algo. Sentí que Dios me guiaba a hablar con aquel hombre. Cuando volvió a pasar, me presenté y entablé conversación con él. Fue un alivio cuando respondió con simpatía. Se llamaba Ryan.

Le dije que había sentido que Dios quería que le recordara que Él lo amaba. Supe que era un encuentro ordenado por el Señor cuando Ryan negó con la cabeza y respondió riendo un poco: “No sé por qué, pero Dios no me deja en paz”.

Yo sabía por qué, porque Dios ama a Ryan (Juan 3:16). El extravagante amor del Señor hace lo que sea por devolver a un hijo o hija perdido a casa. Esta vez, el amor de Dios había perseguido a Ryan usando a dos mujeres sentadas en mecedoras (Romanos 2:4).

En los minutos siguientes, Ryan nos contó detalles de su vida íntima y luego dijo algo que he escuchado de muchas personas. “Nunca he sentido que pertenezco a algún lugar”.

Ryan continuó contándonos que había venido a ese restaurante para reunirse con su familia, con la esperanza de que estar en su presencia lo hiciera sentir mejor y más completo. Se había distanciado de ella durante un tiempo. Sin embargo, incluso después de una buena comida y una charla agradable, se sentía incompleto. Y ese vacío lo tenía dando vueltas por el restaurante.

Durante años, esa sensación había atormentado a Ryan. Admitió haber tratado de llenar ese hueco con muchas cosas, incluyendo las mujeres y la marihuana. Pero nada ni nadie le habían servido. El gusto por la hierba incluso le había costado un trabajo, pues recientemente había dado positivo en un examen toxicológico.

“He buscado y deambulado toda la vida. Estoy harto de que me decepcionen”, confesó Ryan. Luego agregó: “Y estoy cansado de huir de Dios”.

Le dije que ya no tenía que huir, que podía quitarse las zapatillas de correr y descansar en los brazos de su Padre celestial. Ryan parecía aliviado. Luego inclinó la cabeza y oró a Aquel de quien había escapado toda su vida. Cuando dijo amén, estaba radiante, al igual que nosotras.

Cuando se fue, Linda y yo nos sentimos maravilladas ante el amor implacable de Dios. ¡Nos alcanza donde sea! La pregunta es si cuando nos encontremos cara a cara con ese amor divino, nos rendiremos ante él.

Tal vez, como Ryan, usted siente que no pertenece a ningún lugar. Quizás haya perseguido promesas mundanas con la esperanza de que llenen su vacío. El problema es que las cosas de este mundo nunca nos complacen. Solo Dios da satisfacción.

En este momento, Dios lo está invitando a dejar de huir y entregar su vida a Su bondad. Él es lo que a usted le falta. ¡Él está donde usted pertenece! Y solo Él puede transformar su vida para que pase del vacío a la plenitud.

Ore conmigo. Dios, estoy cansado de huir. Me entrego a Tu amor. Que me alcance. Te elijo por encima de mi miedo, mis preguntas, mi incredulidad, mi culpa y mi vergüenza. Por encima de las relaciones amorosas y el sexo, las drogas, los cigarrillos, el alcohol y  . Toma mi vida, Señor. Llévame a casa contigo.

 

KRISTI OVERTON JOHNSON motiva a las personas y les da herramientas para que logren la victoria mediante sus historias, conferencias y el ministerio carcelario. Para más información, visite kojministries.org.