¿Hasta cuándo, Señor, ¿hasta cuándo?

Suspiré, abracé la almohada y me envolví con el cobertor. Había sido un largo día, pero ahora, en la tranquilidad de la oscuridad con los niños dormidos en sus camas, una oración familiar vino a mi mente.

Cerré los ojos para dormirme, pero mis pensamientos seguían a toda marcha. Había orado con ahínco por tanto tiempo para que Dios hiciera algo específico. Incluso le había dado un plazo, tiempo suficiente para responder a mis oraciones. Sin embargo, ahí estaba yo, metiéndome en la cama años más tarde sin señales de estar más cerca de recibir un sí del Señor.

Había tratado de no obsesionarme con el deseo de mi corazón. Me había dedicado al ministerio y la crianza de mis hijos. Había adoptado nuevos planes y sueños. Algunos días eran tan ajetreados que no tenía tiempo para pensar en mi anhelo. Otros, pensaba en él, pero me sentía lo suficientemente satisfecha como para recordarlo relajada, confiando en Dios, ya fuera que Él decidiera realizarlo o no.

Pero a veces, como en la quietud de esta noche, ese deseo volvía como una burla dolorosa. Había hecho todo lo posible por ponerlo en manos de Dios. Tantas veces había escuchado o leído que la “esperanza de Dios no defrauda”. Bueno, mi esperanza parecía haber terminado en el callejón sin salida de la decepción.

A la mañana siguiente, busqué un versículo y lo leí en mi Biblia: “Esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor” (Romanos 5:5 NTV).

Bueno. Tal vez si leía todo el pasaje, podría entender por qué todavía me sentía tan decepcionada. Así que retrocedí. Romanos 5:3–4 dice: “También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación” (NTV).

Ah. Entonces, esta no es una esperanza como de cumpleaños por la que Dios nos da lo que queramos. Esta esperanza nace al perseverar en el sufrimiento. Es una expectativa firme de todo lo que tenemos en Jesús. Es la esperanza de que el amor infinito de Dios sea suficiente sin importar cuáles sean nuestras circunstancias.

Sentí una dolorosa desilusión porque había perdido mi esperanza. Cualquier expectativa basada en un resultado, un plazo o cualquier otra persona al final decepciona. Solo la que está basada en Jesús no defrauda nunca. Necesitaba determinar dónde estaba poniendo mi esperanza para poder redireccionar mi corazón decepcionado.

Así que comencé a hacer una nueva oración. “Ayúdame a anhelarte, Señor, más que cualquier otra cosa. Incluso eso que sabes que tanto deseo”. Es una oración que Dios siempre responde, y ha reemplazado constantemente mi anhelo por una tranquila satisfacción con mi vida tal como es ahora.

¿Ha usted basado equivocadamente su esperanza en un resultado, un plazo o una persona? Si es así, comience a pedirle a Dios que lo ayude a anhelarlo a Él más que a cualquier otra cosa.

Esa es una oración a la que Dios se deleita en responder sí.

Querido Dios, ayúdame a entregar este profundo anhelo y en su lugar a estar completamente satisfecha en la plenitud de Tu amor, sin importar mis circunstancias. Pongo mi esperanza solo en Ti, que nunca defraudarás. En el nombre de Jesús, amén.

 

LISA APPELO es una oradora, escritora y enseñante de la Biblia que inspira a las mujeres para que profundicen su fe en medio de la pena y hallen la esperanza en la dificultad. Abogada litigante en el pasado, ahora llena sus días con la crianza de siete hijos, el ministerio, la escritura, sus charlas y correr lo suficiente para justificar todo el chocolate negro que consume. Encuentre aliento para la fe, el dolor y la esperanza en LisaAppelo.com