¿Alguna vez ha sentido que va en círculos, o que ha perdido todas sus cosas y seres queridos? ¿Su futuro luce sombrío? ¿Se ha sentido solo y sin un lugar al que llamar hogar? Si es así, no se angustie. Dios es capaz de redimir la situación más desesperada.

El libro de Rut, perteneciente al Antiguo Testamento, cuenta la historia de Rut y su suegra, Noemí. Es un poderoso testimonio del amor redentor de Dios y el afecto abnegado entre las personas. También muestra cómo nuestras acciones pueden honrar a nuestro Señor y prepararnos para recibir Sus bendiciones.

Las vidas de estas mujeres se entrelazaron por primera vez cuando el esposo de Noemí, Elimelec, se mudó con ella y sus dos hijos de Belén a Moab por una hambruna que golpeaba a su tierra natal. Las tribus de Israel y el pueblo de Moab compartían una larga y no muy buena historia, y la Biblia no da indicaciones de que Dios guiara a Elimelec en ese viaje. Lo más probable es que tomara la decisión basándose en el razonamiento humano y la desesperación.

No obstante, Elimelec y familia se establecieron ahí. Y, con el tiempo, sus hijos se casaron con dos moabitas, Orfa y Rut. Entre Noemí y sus dos nueras se desarrolló un amor genuino. Esto se hizo evidente cuando Elimelec y sus hijos murieron, y las mujeres quedaron solas.

Con el corazón roto, Noemí decidió regresar a Belén. Ahora, tras la muerte de sus esposos, Orfa y Rut podían, de acuerdo con la ley y la tradición, volver a sus hogares, casarse de nuevo y recomenzar. Pero ambas insistieron en quedarse con Noemí.

Noemí no quería que sus nueras dejaran a sus familias y las animó a quedarse. A la larga, Orfa volvió con su familia, pero Noemí no pudo persuadir a Rut, que incluso hizo un voto permanente de ir tras ella adondequiera que fuera y seguir al Dios de Israel.

Afectadas por la pobreza, las dos viudas regresaron a Belén con, al aparecer, pocas esperanzas para su futuro. Habían pasado por lo menos diez años luego de que Noemí abandonara su tierra natal. ¿Podía haber algo bueno esperándola allí?

A su llegada, muchos se preguntaban: “¿Es esa Noemí?”. Tal vez les sorprendía verla de vuelta en Belén o no la reconocían. Imagino que el peso de su trágica vida había cambiado su apariencia y forma de ser. Noemí ya no reflejaba lo que su nombre significaba: “dulzura”. Había perdido la alegría y la confianza. Incluso les pidió a sus viejas amistades que la llamaran Mara, que significa “amarga”. Luego culpó públicamente a Dios de causar tal tragedia en su vida.

Agradezco tanto que Dios no nos dé la espalda en esos momentos no tan bonitos. Más bien nos sigue, ama y bendice con empeño más allá de lo que podamos merecer o imaginar (Efesios 2:8–9; 3:20). Tal fue el caso de Noemí y Rut. Desde el momento en que regresaron a Belén, Dios cubrió todas sus necesidades y más.

Me emociono cuando leo acerca de las increíbles victorias divinas de estas dos mujeres. Creo que mi parte favorita de la historia es cuando Rut sale a recoger espigas detrás de las cosechadoras. Rut 2:3 dice: “y resultó que lo hizo en un campo que pertenecía a Booz, el pariente de su suegro, Elimelec” (NTV). Booz era un hombre bondadoso y protector, y un pariente con los medios y el corazón para ayudar a estas mujeres.

No creo ni por un segundo que Rut solo “pasó” por la tierra de Booz. Es imposible. El Salmo 37:23 dice: “El Señor dirige los pasos de los justos; se deleita en cada detalle de su vida” (NTV). El Dios que Rut se había comprometido a seguir ordenó sus pasos.

Dios se deleitó en los detalles de las vidas de Noemí y Rut al darle a Rut un esposo en Booz. Juntos tuvieron un hijo, Obed, que perteneció al linaje de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡Guao! Esta sí que es una historia de redención. Además, le brindo a Noemí el gozo de ser abuela mediante ese niño.

Pero me pregunto qué tan diferente hubiera sido el fin de esta historia si Rut hubiera abandonado a Noemí, Dios y la esperanza de un futuro mejor. ¿Y si hubiera visto como víctima, y se hubiera sumido en la amargura y la autocompasión? ¿Qué hubiera pasado si no hubiera hecho todo lo posible para sobreponerse y, en cambio, se hubiera sentado a exigirle a Dios que arreglara todo?

Me atrevo a decir que se habría perdido su “oportunidad con Booz”. La valiente respuesta de Rut a sus circunstancias la prepararon para experimentar las bendiciones de Dios con profundidad. El Señor usó su espíritu humilde, esfuerzo y acciones desinteresadas para atraer la atención de Booz hacia la difícil situación de Rut y Noemí.

Podemos aprender mucho del carácter, convicción y compromiso de Rut. Creo que si incorporamos estos rasgos a nuestras vidas, también seremos bendecidos de maneras increíbles. Proverbios 3:3–4 nos dice que honrar a Dios y Su pueblo nos da tanto Su favor como el de otros.

Hablemos de la naturaleza fiel de Rut. Nunca ha habido una amiga más leal y bondadosa que ella. Y pensar que se quedó con Noemí cuando su suegra estaba en su peor momento, incluso luego de haber perdido a su propio esposo. Juan 15:13 dice: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (NTV). En 1 Pedro 5:6, se nos dice que Dios honra esa humildad y nos levantará en Su tiempo.

Rut era leal, amable y humilde. También era una mujer trabajadora. Se levantaba todos los días, salía al campo y hacía lo que hacía falta con integridad. Y aun así, ni una vez buscó reconocimiento por su generosidad. No lo necesitaba; Dios veía las buenas acciones que hacía en privado y la recompensaba abiertamente (Mateo 6:3–4).

Lucas 16:10 es uno de mis versículos favoritos. Dice: “Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes; pero si son deshonestos en las cosas pequeñas, no actuarán con honradez en las responsabilidades más grandes” (NTV). Rut era leal “en las cosas pequeñas” al administrar bien su tiempo, sus relaciones y las oportunidades que se le presentaban.

Destaquemos también que al recibir cada bendición y oportunidad, Rut agradecía. Ni una vez exigió más ni actuó como si el mundo le debiera algo por sus dificultades. “Sean agradecidos en toda circunstancia”, dice 1 Tesalonicenses 5:18, “pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (NTV).

Finalmente, Rut tenía un corazón gentil y dispuesto a aprender. Escuchaba los consejos de Noemí y Booz. Nunca se adelantaba; siempre esperaba con paciencia a que Dios y los demás actuaran. Proverbios 13:18 enseña: “Si desprecias la crítica constructiva, acabarás en pobreza y deshonra; si aceptas la corrección, recibirás honra”. ¿Y quién da esa honra? Dios y la humanidad.

A menudo subestimamos la importancia de nuestras acciones. Ya sea de palabra o de hecho, nuestros actos reflejan ante el mundo que nos observa la verdad de quiénes somos en esencia. Y las acciones que honran a Dios nos preparan de modo natural para recibir bendiciones.

Ahora algunas preguntas para reflexionar. ¿Qué reputación tenemos entre los que nos rodean? Si alguien examinara nuestras vidas, ¿a quién o qué vería? Con suerte, a una persona leal, bondadosa, paciente, trabajadora, honesta, humilde, llena de integridad y fe. Pero lo más importante es lo que ve Dios.

La forma en que llevamos nuestras vidas es importante. Tito 1:16 enseña que, incluso si afirmamos ser Suyos, podemos negar a Dios con nuestra manera de vivir. ¡Que nunca sea así!

Más bien, como dice Mateo 5:16, que nuestras “buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a (nuestro) Padre celestial”. Lo fundamental en la vida no somos nosotros o ser bendecidos. Lo fundamental es honrar a nuestro Señor. Y como Él es tan bueno, Dios a su vez nos honrará y cubrirá cada una de nuestras necesidades.

 

KRISTI OVERTON JOHNSON motiva a las personas y les da herramientas para que logren la victoria mediante sus historias, conferencias y el ministerio carcelario. Para más información, visite kojministries.org.