Tenía muchos amigos en la secundaria, y era parte del coro y el grupo de baile. Pero cuando comencé la universidad, todo cambió.
De repente, no conocía a nadie. Pasaba la mayor parte del día en mi habitación después de clases porque no tenía ni una sola amistad. No había ratos al aire libre para compartir con los amigos.
Estoy segura de que sufrí un caso de depresión leve durante ese periodo. Esperaba ansiosa las vacaciones para poder ir a casa, entretenerme y volver a estar en mi elemento. Terminó la universidad y volví al círculo de los que consideraba mis amigos para toda la vida.
Lo eran todo para mí y nuestras relaciones fueron estrechas durante años. Celebramos los hitos más importantes de cada uno: los títulos, las bodas y la maternidad. Nos apoyábamos cuando alguno de nosotros enfrentaba un fallecimiento o dificultades en nuestras familias.
Nunca se me ocurrió que nuestra dinámica cambiaría. Como dije, había asumido que estas amistades estarían en mi vida para siempre. Me equivoqué.
Con el tiempo, las llamadas se hicieron menos frecuentes y, a veces, parecía hacerlas solo yo. Cuando me di cuenta de que los encuentros entre amigos que antes disfrutaba ahora se llevaban a cabo sin mí, me sentí rechazada y tan aislada como si estuviera en una isla sola y sin asistencia.
Me llevó años reconocer que también era mía la culpa de la ruptura de esos nexos. No me había tomado el tiempo para cultivar incluso los que más me importaban. Había dado por sentado que siempre contaría con esas personas, tanto si me esforzaba por mantener el vínculo como si no. Mi actitud y respuesta en ciertas situaciones también contribuyeron a que esas personas se distanciaran de mí.
La pérdida de estas relaciones me dolió y estar sola fue difícil. Sin embargo, estoy agradecida por la experiencia ya que me ayudó a madurar en lo espiritual y seguir mi vocación. (Ver mi historia en el número 2, 2024).
¿Se está usted sintiendo solo? No le agrada en lo absoluto. Durante esos días oscuros, el enemigo tratará de convencerlo de que no queda nadie en el mundo de su lado. Él le dirá que usted no le importa a nadie y que no tiene a quien llamar para pedirle consuelo o confiarle sus pensamientos más íntimos.
Alabado sea Dios, no hay nada más alejado de la verdad. Si usted es hijo de Dios, entonces nunca está solo. El Señor promete caminar con usted por el valle más hondo y oscuro (Salmo 23).
Él estará allí incluso cuando usted no encuentre a sus familiares y amigos por ningún lado. El Salmo 27:10 dice que Dios nos mantendrá cerca incluso cuando nuestra familia nos abandone. La gente se dará por vencida con usted. Se marchará. Pero Dios nunca lo dejará.
Me encanta cómo Dios nos asegura en Su Palabra que no solo se aproximará a nosotros, sino que también nos consolará. 2 Corintios 1:3 dice: “Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo” (NTV).
El Salmo 68:5–6 dice: “Padre de los huérfanos, defensor de las viudas, este es Dios y su morada es santa. Dios ubica a los solitarios en familias; pone en libertad a los prisioneros y los llena de alegría” (NTV).
Entender que Dios está con usted impedirá que la soledad lo abrume. “El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado” (Salmo 34:18 NTV).
No importa dónde esté usted, Dios está ahí. Nada, ni la enfermedad ni el divorcio ni un trabajo sin futuro ni siquiera la prisión, puede separarlo de Su amor (Romanos 8:35). No pierda la esperanza; Su Padre celestial lo ve y ama. Sabe que, con Él, se sobrepondrá.
Así que tome Su mano y siga caminando por ese valle oscuro. El consuelo de Dios pronto le traerá gozo y derrotará el espíritu de la soledad.
NA’KEDRA RODGERS es una belleza sureña con carácter. Le gusta empoderar a las mujeres como oradora, escritora y autora de podcasts. Su meta es inspirar, animar y conducir almas perdidas a Jesús. Conéctese con Na’Kedra en www.nakedrarodgers.com.