Era el principio del pánico por la pandemia del coronavirus. Todavía no habíamos oído siquiera el término “COVID-19.” Estaba en el supermercado y vi a una mamá joven con un carro lleno de Lysol en aerosol tratando que su hijo inquieto se quedara quieto. Se la veía cada vez más mortificada, ya que su hijo tocaba todo, desde la máquina expendedora de videos hasta la máquina de la lotería.
“¡Deja de tocar todo!” le rogó. “Ven aquí. ¡Ya!”
“Pero mamá,” le sonrió con picardía. “¡La estoy tocando con los codos!” Dichas estas palabras, duplicó sus esfuerzos y comenzó a golpear con los codos todo lo que encontraba a su paso, mientras sostenía dos toallitas Clorox en las manos. Fue la cosa más linda que haya visto jamás—hasta que me di cuenta lo aterrada que estaba la mamá, en realidad, por culpa del virus. Como mamá, podía identificarme con ella. Le pedí al Señor que le diera tranquilidad y luego recordé un versículo que pensé que podía ayudarla.
Me tomó un minutó, pero finalmente me armé de coraje para acercarme a su carro. “Discúlpeme, señora,” le dije. “Me imagino el miedo que debe sentir en este momento, al tratar de proteger a su hijo de los gérmenes. Yo también tengo hijos y esto da miedo. Pero siento que el Señor quiere recordarnos que Él va a proteger a nuestros hijos y a nosotros durante estos tiempos de incertidumbre.”
Comencé a repetir el versículo que tenía grabado en el corazón: “Dios dice ‘No temas—’” Pero antes de que pudiera terminar, su hijito exclamó con toda convicción: “¡Porque. Yo. Estoy. Contigo!”
La mamá y yo nos miramos asombradas. “Ese es su versículo de la Biblia para esta semana,” me explicó.
Esta escena realmente me dio ánimo. O sea, ¿qué posibilidad había de que este pequeño soltara intempestivamente el versículo exacto que Dios me había dado para compartirlo con su mamá? ¡Amo los momentos de Dios como éste!
En ese momento, no tenía idea de lo devastadora que sería la COVID-19 en todo el mundo, ni cómo afectaría mi propia vida. En cada día que se apaga, el versículo de Isaías 41:10 continúa siendo una roca para mí. Ha impedido que me domine el miedo y el temor a todos los escenarios hipotéticos que a mi mente le gusta imaginar.
El resto de este versículo nos explica por qué no debemos tener miedo. “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.”
No temas. No es una sugerencia; es una orden. Eso no significa que jamás experimentaremos la sensación de temor. El temor intentará encontrar la manera de infiltrarse en nuestro corazón y en nuestra mente, pero no tiene que dominarnos. Es por eso que Dios dice: “No te angusties,” que significa no ceder ante el miedo o desanimarse cuando se enfrentan momentos difíciles. En cambio, podemos poner al miedo en su lugar recordando que Dios está con nosotros en cada situación. ¡Y para Dios nada es imposible!
Quizás hoy no sienta que tiene el valor o la fuerza suficiente para hacer frente a esta batalla. No se preocupe. Dios sí. Confíe en la presencia de Él en su vida y niéguese a que el miedo lo domine. Él lo ayudará y lo sostendrá con su diestra victoriosa. (Ver Isaías 40:28–31.)
Así que no tema. Dios. Está. Con. Usted.