“Christina, necesito que vengas a mi escritorio, por favor”.
La angustia se apoderó de mí al oír la voz de mi maestra de quinto grado. ¿Otro viaje a la oficina de la escuela? ¿Más preguntas sobre mi casa? Guardaba tantos secretos, pero incluso a esa temprana edad, sabía que el silencio es salud.
Mientras iba al escritorio de la maestra, pensé que iba a llorar. Sentí alivio al darme cuenta de que solo quería hablar conmigo sobre una oradora invitada que nos había visitado el Día de Orientación Profesional. Edie, profesora de la Universidad de Arizona, nos había hablado sobre periodismo y nos había dado unos ejercicios de redacción.
“Me llamó para preguntarme por ti, Christina” me dijo mi maestra, rebosando de orgullo. “Edie quedó muy impresionada con tu redacción y quiere conocerte”. No podía creer lo que oía.
Edie me llevó a recorrer y conocer la Facultad de Periodismo de la Universidad de Arizona y la sede del periódico local. “Christina va a escribir algún día” dijo al presentarme a los periodistas que estaban en la sala de prensa.
“Tienes un don, Christina” me dijo Edie cuando bajé del auto. “Un día vas a ser una gran escritora. ¡Espero verte en uno de mis cursos!”. Se fue y yo regresé a la soledad de mi infancia. Jamás olvidé ese día, ya que fue una de las pocas veces durante mi niñez que sentí que alguien me veía o me escuchaba.
No llegué a la universidad. Ni siquiera terminé la escuela secundaria. Me fui de casa a los 13 años y perdí la inocencia al caer en las adicciones y la vida de la calle. Sin darme cuenta llegué a los 18, e iba camino a la cárcel. Iba a seguir atrapada en un círculo vicioso de destrucción durante años. Sin importar si estaba entre rejas o en libertad el dolor, la vergüenza y la autocompasión me tenían atada de manos.
Para el año 2015, mi vida parecía un país devastado por la guerra. Entre los restos, solo quedaban relaciones fracasadas y sueños destruidos. Lo único que quería era una salida.
Estaba en la cárcel, pasando por la agonía de la abstinencia de heroína, cuando clamé a Dios. “Si de verdad existes, ayúdame por favor. Ya no quiero seguir viviendo así”. Sé que Dios me oyó porque en ese momento me envolvió una paz extraña. Me reconfortó como una manta tibia y me dio el deseo de seguir respirando.
Dios me respondió como lo hace un padre amoroso con el hijo lastimado. Me rodeó con Sus brazos y me dio Su fortaleza. Y con la ayuda de Su Espíritu y de Su Palabra, emprendí un largo viaje hacia la sanación. Recibí una Biblia de estudio del ministerio Rescued Not Arrested (RNA). Y durante los dos años y medio siguientes, pasé cada minuto con la nariz inmersa en sus páginas.
Todos los días le escribía oraciones a Dios en un diario. Le abrí mi corazón y compartí con Él cosas que no quería hablar con nadie más. También le confesé cosas que nadie sabía.
Comunicarme con Dios por escrito me hizo sentir que tenía voz. Siempre tenía la Biblia abierta cuando oraba y escribía en el diario y el Señor curó cada parte rota y herida de mi alma.
Cuanto más leía la palabra de Dios, más oía Su voz. Dios me recordaba que me había creado con una intención y un propósito. Y que a pesar de los muchos errores que había cometido en mi vida, Él aún me amaba y tenía un plan. No era demasiado tarde para que Él tomara mi vida arruinada y la utilizara para algo útil (Romanos 8:28).
Poco después de salir en libertad, en 2017, me comuniqué con Roger Munchian, el fundador de RNA. Compartí con él mi testimonio y le agradecí por la Biblia, que me había permitido construir mi relación con el Señor. Viajé para encontrarme con Roger y conseguir algunos ejemplares de la Biblia para mis compañeras de habitación en el hogar de tránsito. En ese momento no lo sabía, pero el Señor me estaba preparando para el designio que tenía para mi vida.
“Eres un testimonio increíble, Christina” me dijo Roger la primera vez que nos encontramos. “Estaba muy bien escrito. ¿Te gusta escribir?”. Le conté que siempre había querido escribir, pero mi vida había tomado otro camino. Roger me recomendó no subestimar lo que Dios podía hacer por mi vida, durante toda mi vida.
Después Roger me invitó a servir como integrante del equipo de comunicación del ministerio RNA. Durante dos años leí correspondencia, tramité pedidos de Biblia y respondí cartas de reclusos de todo el país. Usé la palabra escrita para animar a otras personas y sugerirles la Palabra de Dios como fuente de bienestar en sus momentos oscuros.
En febrero de 2020, Rescued Not Arrested organizó una cena de reconocimiento a los voluntarios, durante la cual compartí mi testimonio. Les agradecí a los voluntarios por la tarea que realizaban para asegurarse de que el cuerpo de Cristo no se olvide de personas como yo, que están en penitenciarías y cárceles.
Bajé del escenario y me dirigía a la mesa de la comida, cuando sentí que me tocaban el hombro. Me di vuelta y vi un rostro que no conocía. “Hola” me dijo la mujer. “Me llamo Kristi. Me encantaría saber más de tu historia”. Sacó un ejemplar de la revista Victorious Living y anotó rápidamente su correo electrónico y el número de teléfono de uno de los directores de su ministerio. “Si le envías tu historia a Pat Avery, él se va a encargar de que yo la reciba”.
Estuve “dejándolo para mañana” durante tres semanas, en las que lidié con la duda y otros pensamientos negativos. Pero no podía desechar la sensación de que entregar mi testimonio complacería a Dios, así que finalmente lo hice. Al día siguiente me llamó Pat. “¡A Kristi le encantó tu historia! Quiere que salga en el próximo número, junto con el testimonio de Roger Munchian”. No lo podía creer.
A los pocos días, recibí un mensaje de Kristi que decía: “Gracias por compartir tu historia con nosotros. Sin duda, a través de esta revista va a dejar una marca en miles de vidas. A propósito ¡eres una escritora fantástica!”. Me dejó abierta la invitación para que siguiera escribiendo para la revista, si es que me interesaba.
¿Si es que me interesaba? ¡¿Estás hablando en serio, Dios?!
Traté de digerir lo que me estaba pasando y no pude evitar recordar las palabras que me había dicho Edie cuando era chica. Dios la había utilizado todos esos años atrás para plantar en mi corazón la semilla del plan que tenía para mi vida (Jeremías 29:11). Y ahora, incluso después de haber hecho todo mal, estaba por hacerse realidad. Dios estaba llevando a cabo el plan que tenía para mí y Él iba a utilizar todo lo que Satanás había querido que me perjudicara para el bien de otros (Génesis 50:20).
Mi historia “Belleza a las cenizas” se publicó en el N.° 2 de 2020. Desde entonces he compartido otras historias de esperanza en Victorious Living. Después, en julio de 2021, acepté la oferta de Kristi y me convertí en Gerente de Producción de la revista. ¡Ahora ayudo a que otros compartan sus historias con Dios!
De manera increíble, Dios restauró mi vida para que refleje Su propósito inicial. No solo eso; ha confiado en mí para que lo represente a través de las palabras que escribo. Todavía es tan difícil para mí entender la profundidad del increíble amor y de la gracia de Dios. Nunca podría haber imaginado algo así para mí. Dios verdaderamente es nuestro Redentor cuando confiamos en Él.
Y amigo mío, Él puede redimir su vida también. Si convierte a Jesús en el Señor de su vida, Él lo guiará a Su plan bueno. Él va a entretejer cada pequeña cosa de su historia y lograr una bella obra maestra para Su propósito y Su gloria, y va a ser mucho mejor de lo que podría haber pedido o imaginado para usted (Efesios 3:20). Se lo prometo.