¿Necesita un buen Padre?
Por Kristi Overton Johnson

No puedo hablar de mi vida sin mencionar a mis padres. Su amor y su apoyo nos permitieron a mi hermano Michael y a mí tener experiencias de vida increíbles. Agradezco al Señor a diario por el regalo de padres piadosos, que con su ejemplo son reflejo de Cristo.
Mientras crecía, nunca me di cuenta de que no todos tenían un hogar como el mío. No es que mis padres sean perfectos, pero aman con sinceridad al Señor, a sus hijos y a los demás. Me sentía segura, valorada y amada.
Me duele el alma saber que tanta gente creció con abusos, menosprecio y rechazo por parte de quienes debían protegerlos. Si eso fue lo que le pasó, lo siento muchísimo. Esa no era la intención que Dios tenía para su vida.
Se me abrieron los ojos a las experiencias dolorosas en la infancia cuando entré al mundo del ministerio carcelario en 2013. Recuerdo la primera vez que tuve que hablar después del testimonio de una mujer que había sido abusada sexualmente por el padre. Miraba con incredulidad cómo la mayoría de las mujeres presas asentían con la cabeza, como si entendieran de la crianza triste de esta mujer por su propia experiencia.
En ese momento me sentí la persona menos indicada para alentarlas…yo no había pasado por eso, así que ¿cómo podía mi historia representar algo positivo para ellas? Además, sentía que no era lo correcto hablarles de lo buenos que habían sido mis padres conmigo cuando ellas habían sido tan lastimadas por los suyos.
Sin embargo, sentí que Dios me animaba a dejar de lado mis inseguridades y compartir mi historia, tal como Él me llevó a hacerlo. Él me había llevado a hablar tras los muros de la cárcel por un motivo; era hora de que pusiera mi historia en Sus manos. Dios quiso que aprovechara las lecciones aprendidas en mi carrera como esquiadora acuática y los relatos del amor sacrificado e incondicional de mis padres para pintar una imagen hermosa de Su amor. Porque para las personas criadas por padres insensibles o que han estado ausentes, es difícil imaginar que Dios sea distinto, especialmente cuando lo llamamos nuestro Padre celestial.
Volví a recordar esta realidad el otro día, durante la reunión en línea del equipo de Victorious Living. De los 9 integrantes, 5 fueron abusados, abandonados, rechazados y disciplinados por sus padres con mano dura. A causa de esto, a menudo han debido lidiar con inseguridades, vergüenza, indignidad, ira, temor, desconfianza de la autoridad y la sensación de ser indeseables. Todos admitieron que fue difícil no ponerle a Dios la cara de sus padres terrenales. Me recordó la bendición que fue para mí tener un padre amoroso.
Me encuentro compartiendo muchas historias sobre la sabiduría o las acciones de mi papá cuando hablo. No es porque la influencia de mi mamá en mi vida haya sido menos significativa. Mi mamá, Becky Overton, es una joya preciosa. Mamá fue un reflejo de la mujer de Proverbios 31 todos los días. Confiaba en el Señor y trabajaba con esmero para cuidarnos a papá, a mi hermano y a mí. Durante 15 años fue mi entrenadora de esquí acuático todos los días y me ayudó a convertirme en campeona mundial.
Es solo que papá es mucho más verborrágico que mamá. Y su personalidad increíblemente demostrativa, que llama la atención, da material para varias historias bien jugosas. Dios ha usado la voz fuerte de papá y sus acciones para que me dé rumbo, corrección y motivación.
Mi papá, Parker Overton, me enseñó a vivir una vida que honrara a Dios. Debo admitir que le revoleé los ojos una o dos veces, pero sus lecciones claras y concisas quedaron grabadas en mi mente.
Algunas de estas lecciones fueron: Deja los lugares y las cosas mejor que cuando los encontraste. Di gracias. Comparte todo lo que tienes con los demás. Sé generosa. Presta atención a tu alrededor. Sé una persona de palabra. Cuando le hables a la gente, mírala a los ojos. Haz que la gente sea importante. Que tu apretón de manos sea firme.
“Cuida tu reputación” decía papá, “porque cuesta recuperarla cuando se la pierde”. Esa la oí mucho. Y ¿sabe? Todavía sigue enseñándome, ¡aunque ya pasé los 50! Eso es lo que hacen los buenos padres.
Vaya adonde vaya, siempre tengo su voz en la cabeza. Si estoy en un estacionamiento, estoy atenta porque recuerdo “los estacionamientos son lugares peligrosos”. En los aviones, oigo su voz diciéndome que preste atención a la azafata: “Ella merece tu respeto, nena”. La semana pasada, guardé mi teléfono para prestarle toda mi atención a la señorita, aunque he volado cientos de veces y puedo recitar de memoria las instrucciones de seguridad e imitar cada gesto que hace con la mano.
Agradezco haberle importado lo suficiente a mi papá como para que me enseñara a honrar a Dios, a las personas y los lugares. Y no solo me predicaba. Papá practicaba lo que predicaba. Todos los días llevaba una vida de integridad y excelencia, tanto en público como en privado. “La gente te está mirando, nena” me decía. Él no se daba cuenta de que yo lo estaba mirando a él y que lo que veía me enseñaba un montón.
Por ejemplo, la manera en que papá trataba a mamá me mostraba cómo debía tratarme a mí mi esposo. Aún después de 56 años de casados, él sigue abriéndole la puerta del auto, la toma de la mano y habla bien de ella frente a los demás. Verdaderamente la ama de la manera que Dios quiere. No pasa un día sin que él le diga lo hermosa que es y cómo su belleza lograría que “un renacuajo abofetee a una ballena”, “que un bulldog rompa su cadena” y “que una mamá gata abandone a sus gatitos”.
La forma en que él trata a sus amigos me enseñó a compartir con generosidad las bendiciones y oportunidades que Dios me da, independientemente de que alguien pueda (o quiera) devolver el gesto o no. Del mismo modo, la forma en la que trata a sus empleados me enseñó a respetar a las personas sobre las que tengo autoridad. Papá siempre se ha ocupado de las personas que trabajan para él, tanto en su empresa como en la propiedad de la familia. Trata a todo el mundo como parte de la familia.
Y siempre está trabajando detrás de escena, intentando mejorar la vida de la gente. Como cuando se ocupó de que su amigo dentista le diera a la muchacha de la ventanilla de Hardee una sonrisa nueva. Él nunca olvidó la pena de tener dientes de conejo cuando niño y cómo se sentía al mirarse al espejo o cuando los niños se burlaban.
Mi papá pasó por muchas cosas dolorosas y estaba decidido a proteger a su familia para que no pasaran por ellas. Por ejemplo, papá me decía todos los días que él me quería. Me protegía de los efectos dañinos del alcohol y el humo del cigarrillo. Y se aseguraba de que yo supiera que dentro de mí había una campeona.
Papá entraba a mi habitación todas las noches, se arrodillaba junto a mi cama y me contaba cuentos: “Había una vez una niña llamada Kristi que se convirtió en la mejor esquiadora acuática del mundo…”. El cuento de cada noche me hacía protagonista de una aventura en el esquí acuático que terminaba con una victoria.
Esas aventuras nocturnas constituyeron una base sólida para mi éxito deportivo en el futuro y en la vida. Por la manera en que se desarrollaban esos cuentos cada noche, nunca me vi sino como una ganadora en el esquí acuático y en la vida. Esa simple acción y su constante recordatorio “lo puedes lograr, nena” me mantenían motivada y me ayudaban a creer que todo era posible.
Esas palabras me animaron a levantarme después de una caída decepcionante en el Campeonato Mundial 1999 en Milán, Italia. No alcancé mi objetivo de ganar ese día y solo conseguí un triple empate por el primer puesto.
Estaba frustrada y enojada y daba vueltas por el lago en el que Mussolini una vez aterrizó sus hidroaviones. Siempre le digo a la gente que Satanás lo encuentra a uno en cualquier lado. No importa si está en un lago, en la cocina o en una celda de la cárcel. Él se va a presentar a escena en el momento de mayor debilidad de uno para recordarle que está defraudando a otras personas.
Casi creí sus mentiras hasta que oí la voz sureña de mi papá gritándome “¡Puedes hacerlo, nena!” desde el borde del lago. Sus palabras me recordaron que yo era una campeona, capaz de llegar a la victoria en ese momento de incertidumbre. Con el aliento de papá en mis oídos, me levanté y esquié para ganar el Campeonato Mundial. Estaba tan contenta de haber escuchado la voz de mi papá en vez de la del enemigo.
Papá igual habría estado a la orilla del lago, listo para recibirme, aunque hubiera perdido ese día. Me habría ayudado a salir del agua, me habría dado un abrazo y me habría susurrado al oído “Está bien, nena. Lo vas a conseguir la próxima”. Después, nos habríamos acercado al ganador para felicitarlo. Papá era muy estricto en cuanto a la caballerosidad deportiva: “Debes ganar y perder con dignidad”.
Cuando tenía 11 años, papá hizo algo increíble. Me construyó un lago privado en el que podía entrenarme sin el fastidio de otras lanchas y bichos molestos como víboras y medusas. Lo llamó lago Kristi. Qué loco ¿no?
No entendí la magnitud de lo que había hecho hasta que fui mucho mayor. Es increíble repasar ahora las fotos de esa tierra seca y polvorienta. La transformación de la propiedad muestra el poder de una visión, mucho trabajo y un espíritu de excelencia.
Papá vio potencial y un propósito en esas tierras donde todos los demás veían polvo. Resultó que el lago Kristi ha sido sede de competencias de esquí acuático de primer nivel mundial, eventos universitarios de carrera a campo traviesa, triatlones, bodas, eventos de ministerios y un refugio seguro para animales abusados durante más de cuarenta años.
Todas estas cosas que le conté de mi papá son fantásticas. Pero estoy agradecida especialmente por la base de fe que él me dio. No hubo una noche en que no viera a papá orando de rodillas al “Buen Señor”, como él lo llama. Él y mamá nos llevaban a Michael y a mí a la iglesia y nos enseñaron a respetar a Dios. Se aseguraron de que entendiéramos que todo lo que teníamos es una bendición de arriba y que tenía por objeto ser una bendición para otras personas.
En esta historia he compartido muchos ejemplos de la bondad de mi papá. Pero ¿sabe qué? Los regalos más generosos de papá siempre van a empalidecer en comparación con lo que mi Padre celestial ha hecho por mí—y lo que va a hacer por usted. Jesús dijo: “Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará buenos regalos a quienes le pidan” (Mateo 7:11 NTV).
Nuestro Padre celestial es más generoso de lo que podemos imaginar (Efesios 3:20). Hasta envió a Su Hijo Jesús a morir por nuestros pecados para que pudiéramos tener una relación con Él y la vida eterna (Juan 3:16). No existe mayor demostración de amor.
No solo es generoso, sino que todo lo que Papá Dios les da a Sus hijos es bueno. Santiago 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras” (NVI).
Eso no significa que nos sentimos bien con todo lo que nos pasa. Pero Dios, nuestro Padre, nunca va a enviar el mal a nuestra vida para lastimarnos o tentarnos (Santiago 1:13). Esa es la naturaleza de Satanás; él busca destruir a los hijos del Altísimo (Juan 10:10).
Dios da vida, no muerte. Da paz, no confusión. Da tranquilidad, no temor. Da amor, no odio. Da perdón, no castigo. Da esperanza, no desesperación. Y Su naturaleza misericordiosa y Su amor nunca van a cambiar por nuestro comportamiento o Sus sentimientos. ¡Menos mal! Nada nos puede separar de Su amor (Romanos 8:31–39).
Todos los días Dios invita a Sus hijos para que se acerquen a Su presencia con confianza. Allí encontramos gracia, ayuda, aceptación, satisfacción, descanso y sabiduría. Lo único que tenemos que hacer es acercarnos a Él y pedirle. Papá Dios acepta sus peticiones y nunca le va a reprochar nada. (Ver Filipenses 4:6–8; Hebreos 4:16; Santiago 1:5).
Pensando en mi infancia, nunca tuve que pedir permiso para acercarme a papá. Podía entrar a su oficina en cualquier momento sin hacerme anunciar por su secretaria y nunca sentí que lo estuviera molestando.
Del mismo modo, ni usted ni yo necesitamos una cita para acercarnos a nuestro Padre celestial, ni tenemos que pasar por otra persona. El nombre y la sangre de Jesús nos dan acceso ilimitado y sin impedimentos (Efesios 2:18).
Tal vez piense “No hay forma de que Dios quiera tener una relación conmigo”. No es verdad. Su Padre celestial lo formó con Sus propias manos (salmo 119:73) porque quería tener una relación con usted. No escuche la voz del enemigo cuando le dice que no vale nada. Estudie la Biblia y verá lo que dice sobre usted el Padre celestial. Y después escuche Su voz y crea en Su verdad.
Le conté que mi papá tuvo la visión de que “la pequeña Kristi” sería campeona. Bueno, Dios tiene una visión más grande aún para su victoria (Jeremías 29:11). Cuando su Padre celestial lo mira, ve potencial y un propósito, tal como mi papá vio potencial en mí y en esos campos áridos. Dios es un restaurador y alguien que cumple sueños, y Su visión para su vida nunca se diluye. Cuando usted recurre a Él y deposita su vida seca y árida a Sus pies, recibirá una corona de belleza por sus cenizas (Isaías 61:3).
Sea lo que sea, Dios desea tener una relación con usted. Acepte Su invitación. Todo lo que ha deseado de un padre terrenal lo puede encontrar en Él. Su Padre celestial nunca lo va a abandonar.
Entender el amor de Dios por usted y su identidad como Su hijo o hija va a determinar su nivel de libertad y victoria a este lado del cielo. Sea cual sea la experiencia con su padre terrenal en el pasado, déjela a un lado. No le ponga a Dios el rostro de su padre terrenal. Sumérjase en la Biblia y aprenda sobre Su naturaleza. Después, acérquese a Él y experimente por sí mismo Su misericordia constante y amorosa. Él promete acercarse a usted (Santiago 4:8).
No importa cuántas veces haya caído en la vida, Dios siempre irá a su encuentro con los brazos abiertos (Lucas 15:17–20). Él lo va a ayudar para que se ponga de pie y avance hacia la victoria. Él no busca perfección ni rendimiento. Simplemente quiere que usted desee tener una relación con Él y que confíe en Su amor. Eso es lo que lo hace sonreír (Hebreos 11:6).
Tal vez se pregunte cómo es posible tener una relación con Dios. Es simple. La relación con el Padre se da mediante la fe en Su Hijo. Según Juan 14:6, es la única manera. Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí” (NVI). En el instante en que expresa su fe y acepta a Jesús como su Señor y Salvador, ocurre algo increíble: Dios se convierte en su Padre. Él lo acepta tal cual es (Efesios 1:6).
Si aún no tiene una relación con Dios como su Padre, ¿por qué no empezar a vivirla? Ponga su fe en Jesús. Dios lo adoptará como parte de Su familia y le perdonará todo pecado. Entonces podrá empezar a disfrutar los planes buenos que Él tiene para su vida.

KRISTI OVERTON JOHNSON motiva a las personas y les da herramientas para que logren la victoria mediante sus historias, conferencias y el ministerio carcelario. Para más información, visite kojministries.org.

SIDEBAR:
¿Alguna vez se le ocurrió que, sea quien sea usted, nunca es tarde para influir de manera positiva en la vida de su hijo, como mi papá influyó en la mía? Puede dar un buen ejemplo con sus palabras y sus acciones, incluso detrás de los muros de la cárcel. Además, puede conseguir cambios reales en su vida y la de sus hijos mediante la oración (Santiago 5:16). Dios puede engendrar una familia de Su agrado a través de una persona bien dispuesta.
Lo único que necesita es fe, determinación y estar dispuesto a tomar decisiones que agraden a Dios. Cuando se acerque a Dios y le permita trabajar en su vida, los demás se darán cuenta y desearán que la bondad de Dios fluya en su vida también.