Nunca me importó ningún tipo de deporte. Pero me casé.
Desde hace dos años, vivo entrenando y aprendiendo a ser la esposa de un fanático de los deportes. Si hay una pelota, mi esposo—siempre atento en cualquier otro momento—se olvida del mundo.
Para mantener la paz en el hogar y evitar ser una esposa molesta, a veces me siento con él a ver partidos, absorbiendo más información de la que jamás voy a usar o necesitar. He aprendido sobre equipos, jugadores, touchdowns, goles de campo, ataque y defensa, caballerosidad deportiva y actitud antideportiva.
Los jugadores que están en la banca siempre me llaman la atención. Ya sea que estén ahí por lesión, bajo rendimiento o por no seguir la estrategia de juego o las instrucciones del entrenador, ir a la banca es cosa seria. Puede ser algo circunstancial o definitivo para la carrera de alguien.
La actitud y capacidad del jugador para aceptar que lo corrijan y le den instrucciones es lo que marca la diferencia. Los que optan por aprovechar la situación como experiencia para aprender y recibir ayuda probablemente mejoren como jugadores e incluso como personas.
Los mismos principios son válidos para nuestra vida y nuestro camino junto a Jesús. Mi última experiencia en la banca fue la tercera vez que fui a la cárcel. Las dos primeras veces que me encerraron yo no conocía al Señor ni me interesaba que me fuera mejor en la vida.
No me veía a mí misma como el problema. Culpaba a los demás y a mis circunstancias por haber caído ahí. El caos y el desorden en mi vida me hacían sentir bien, así que ni siquiera se me ocurría que debía intentar cambiar.
Pero tras 25 años de repetir el mismo círculo vicioso, apenas sobrevivía y estaba exhausta por hacer las cosas a mi manera. Con Su gracia y misericordia, Dios me mandó a la banca y finalmente me di cuenta de que lo necesitaba. Allí le entregué mi vida a Jesús y decidí permitirle que Él fuera el entrenador principal de mi vida.
Pasé el resto de mi condena en la cárcel inmersa en mi Biblia. Es el reglamento de juego de Dios para una vida significativa (Hebreos 4:12). Si quiere una transformación duradera, es la forma de encontrarla.
Cuando salí en libertad, me rodeé de personas que pensaban como yo y que se esforzaron para que saliera adelante. Cinco años más tarde, aún continúan haciéndose de tiempo para caminar a mi lado, compartir sus conocimientos y orar mucho por mí mientras aprendo a vivir para Cristo. Cuando me equivoco o mi pensamiento es erróneo o me comporto mal, no me dicen lo que creen que quiero oír. Me dicen la verdad sobre mí misma y con afecto me guían hacia la Palabra del Señor.
No importa cómo llegue a la banca, confíe en que Dios sabe qué le conviene. Tal vez lo siente y lo haga esperar junto a Él varias veces durante su vida. Nuestro Padre Celestial nos trata a todos en forma individual, según nuestras necesidades (Hebreos 12:7). Si Él lo pone en la banca ¡siéntese y aprenda!
Su banca ¿es real o invisible? ¿Está en una etapa de cambio? Quizá Dios quiera que esté quieto por un tiempo y ponga en orden sus prioridades. ¡Preste atención! Busque las lecciones y los conocimientos que hay a su alrededor. Lo más importante, escuche a Dios.
Aproveche bien el tiempo en la banca. Pídale al Señor que le muestre en Su Palabra cómo cambiar, cómo romper con los hábitos y comportamientos que tenía y cómo llegar a ser más parecido a Él. Dios lo disciplina porque lo ama (Proverbios 3:12). Él desea que usted sea todo lo que Él pretendió para usted al crearlo, para su bien y para Su gloria (Efesios 1:4–6).
CHRISTINA KIMBREL es la Gerente de Producción de Victorious Living. Tras pasar por la cárcel, ahora lleva esperanza a quienes están presos de sus circunstancias pasadas o presentes, compartiendo el mensaje de sanación que encontró en Jesús.