Acababa de pagar un par de bolsas de chips de maíz en la cantina de la Institución Correccional de Mayo, la prisión donde cumplía condena por un robo en primer grado que había cometido 18 años antes.

Ya en mi dormitorio, me di cuenta de que el encargado me había dado tres bolsas de chips aunque solo había pedido y pagado dos. Habría sido fácil quedarme con la bolsa adicional; nadie lo hubiera sabido. Pero regresé y la devolví.

“Mira, un ladrón honesto”, dijo en burla uno de los guardias, y no era un cumplido.

Aunque los chips no eran caros, sabía que Dios quería que fuera honrado. La integridad es siempre la política de Dios.

El apóstol Pablo escribió: “Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo”. (1 Pedro 2:12 NTV).

Una vida deshonesta me llevó a pasar muchos años detrás de alambradas de púas. Recibí una larga condena en 1990 por robar un par de jeans. Robarlos parecía poca cosa, pero a causa de malas decisiones previas, me presentaron un cargo de robo en primer grado.

Sin embargo, elijo no quedarme anclado al pasado. En cambio, sigo el consejo del exsecretario de Estado Colin Powell y me concentro en mirar por el parabrisas y no por el retrovisor de la vida. Dios me hizo un hombre nuevo cuando puse mi fe en Su hijo, Jesús, para alcanzar la salvación.

Veamos lo que dijo el apóstol Pablo: “Todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!” (2 Corintios 5:17 NTV). Estas sencillas palabras describen el cambio que generó Dios en mi vida. Alguna vez me vi a mí mismo a través de mis pecados y errores, pero ahora me veo a mí mismo como hijo de Dios (Gálatas 3:26).

No importa quiénes hayamos sido o lo que hayamos hecho en el pasado. Nos convertimos en personas nuevas cuando confiamos a Jesús nuestra salvación y recibimos el perdón que Él ofreció a través de Su cruz.

La sangre de Cristo nos libera del pecado y su poder dominante, nos restaura en una nueva relación con Dios, en la que somos libres y no vivimos para nosotros mismos, sino para Él. Su amor transformador nos obliga a vivir con una nueva identidad y propósito, y a tomar decisiones que lo glorifiquen. Y esas elecciones guiarán a otros hacia nuestro Salvador, Aquel que puede renovar a todas las personas.

Devolver una bolsa de chips de maíz pudo parecer algo menor, pero la integridad en lo pequeño genera cosas más extraordinarias, tal como dice Lucas 16:10: “Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes; pero si son deshonestos en las cosas pequeñas, no actuarán con honradez en las responsabilidades más grandes” (NTV).

¿Cómo puede Dios confiarnos más bendiciones si no somos fieles en nuestra situación actual? No puede. Demuestre hoy que es leal siendo una persona íntegra. Al hacerlo, usted se preparará para cosas más grandes, sin importar dónde se encuentre o lo que haya hecho. Viva una vida de integridad.

 

ROY A. BORGES cumplió una condena de 31 años en una correccional de Florida, donde entendió que necesitaba un Salvador. Mientras estuvo en prisión, Roy brindó ministerio a otros a través de sus escritos, más de 300 de los cuales han sido publicados. Su libro 101 Short Stories from the Prison Cell está disponible en amazon.com.