Desde el momento en que nacemos, Satanás trata de convencernos de que no servimos. Sus mentiras nos llegan a través de lo que vemos, oímos, leemos y experimentamos. Si no nos cuidamos, sus mensajes forman un sistema de creencias dentro de nosotros que nos llevan a acciones malsanas y consecuencias devastadoras.

Muchos tuvimos infancias nocivas. Si ese es su caso, lo siento mucho. Conozco su dolor por experiencia, pero también sé que Dios quiere ayudarlo a superar lo que ha enfrentado. Él le ofrece la esperanza de un futuro mejor (Jeremías 29:11–14) y promete restaurar todo lo que Satanás ha robado, corrompido y destruido en su vida (Juan 10:10).

Me encanta la imagen de que nuestras vidas son como un árbol frutal. Una planta así produce frutos determinados. Dios quiere que nuestras vidas den frutos buenos y saludables, y nos ayuda a hacer precisamente eso mediante Su Espíritu Santo. Gálatas 5:22–23 dice: “En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio” (NTV).

El buen fruto nace cuando creemos en la verdad de Dios acerca de nosotros. Sus verdades nos llevan a ser como árboles florecientes plantados a la orilla de un río y nos ayudan a dar buenos frutos en todas las estaciones de la vida, incluso en tiempos difíciles (Jeremías 17:7–8).

Yo produje fruta podrida por años. Las mentiras que creía sobre mí misma influían en mis acciones y reacciones, y en los resultados que obtenía en mi vida. Mi existencia era un arbusto seco y espinoso en el desierto. Lastimé a mucha gente, incluyéndome a mí.

¿Su fruta es saludable o no? La fruta malsana comprende acciones nocivas como la ira, los trastornos alimenticios, las adicciones, la inmoralidad sexual, la mentira y las blasfemias. Provoca emociones poco saludables como el miedo, la ansiedad, la depresión, las obsesiones, la vergüenza y el dolor constante. Fomenta actitudes dañinas como las quejas, la falta de perdón, la codicia y los prejuicios. Y hace posibles relaciones perjudiciales, abusivas, negligentes y destructivas (Gálatas 5:19–21).

El fruto que usted dé deja a la vista su sistema de creencias subyacente, la base de su vida. Indica si cree lo que Dios dice de usted o lo que dice Satanás, y quién usted cree que determina su cosecha.

Entonces, ¿qué dice su fruto de usted? ¿Está en paz y lleno de alegría, o frenético y desesperado? ¿Tiene moderación o lo más mínimo lo hace perder el control?

Su fruto expresa lo que cree acerca de usted mismo, el mundo y Dios. ¿Será posible que, en el fondo, no piense que Dios es bueno y que se interesa en usted?

Tal vez usted haya basado su percepción de Él en una experiencia. A menudo me sentía confundida con respecto a Dios e inventaba mis propias ideas sobre cómo era Él (Romanos 1:21). Pero eso no significaba que fueran ciertas. Y nuestras experiencias no alteran la naturaleza de Dios.

Mis experiencias me hicieron creer que no era amada ni deseada. Tal vez las suyas le digan que es un fracasado, estúpido, feo o indigno. Esas ideas nos mantienen como rehenes hasta que se las damos a Dios. ¡Y Él quiere liberarnos!

Pídale que le muestre las mentiras en las que usted cree. Luego deje que Su Espíritu Santo las arranque. Solo así encontrará la libertad y será transformado. Dios obra de adentro hacia afuera.

Al igual que un árbol necesita un sistema de raíces saludable para dar frutos, usted requiere un sistema de creencias sano basado en la Palabra de Dios para hacer lo mismo. Romanos 12:2 nos dice que Dios nos transforma en personas nuevas al cambiar nuestra forma de pensar. Cambiar de conducta por sí mismo únicamente genera un cambio temporal del fruto. Con el tiempo, la fruta nociva siempre vuelve a crecer. Créame.

Más bien encárguese de la causa de base. ¿Cómo?

  1. Identifique y confiese las mentiras que ha creído (Salmo 32:5).
  2. Arrepiéntase de las decisiones equivocadas que ha tomado a causa de esas mentiras (Proverbios 28:13; 1 Juan 1:9).
  3. Reemplace esas mentiras con la verdad de Dios (2 Corintios 10:5).

Concentrarse en la verdad de Dios en lugar de en las mentiras de Satanás requiere una disciplina diaria. Pero el resultado vale la pena. Usted se convertirá en otra persona y su vida producirá otros resultados.

Recuerde, Dios es real y recompensa a quienes lo buscan (Hebreos 11:6). Él es bueno y cercano (Nahúm 1:7). Él nos ama y elige (1 Tesalonicenses 1:4). Somos perdonados y aceptados, y a través de Jesús, podemos triunfar sobre el pecado (Romanos 5:16–17).

Nutra sus creencias todos los días aplicando el “Agua Viva” de la Palabra de Dios. Pronto tendrá una hermosa cosecha.

 

SHERIDAN CORREA es consejera bíblica y tiene estudios sobre la atención integral basada en el trauma. Está casada, es mamá de dos adolescentes, cantante y una corredora entusiasta, cuya vida Jesús ha cambiado radicalmente. Es la directora de contenidos de VL.