De inmediato noté la cara de desencanto que tenía mi amiga al entrar por mi puerta. Unas horas antes, le emocionaba su idea de escribir, junto con un líder ministerial que respetaba y admiraba, un estudio bíblico para padres de jóvenes adictos y encarcelados. El tema era personal para ella y sentía la necesidad de ayudar a otros padres a encontrar esperanza y consuelo en Jesús.

Pero ahora, estaba sentada totalmente derrotada en la mesa de mi cocina, con lágrimas en sus mejillas que caían en su café. “Tal vez escribir ese estudio bíblico fue una idea tonta”, dijo sollozando.

Yo no entendía. ¿Dónde estaba la confianza divina que había visto horas antes? En ese momento solo había desaliento y dudas.

Resulta que la persona con quien había almorzado no había compartido su entusiasmo, y eso le había abierto la puerta a Satanás para que sembrara confusión. Él siempre busca modos de hacernos cuestionar lo que hemos escuchado salir de Dios. Utilizó la opinión de esa persona para alejar a mi amiga de lo que el Señor la llamaba a hacer: poner tinta sobre el papel para dar esperanza a padres que sufrían.

Mientras se tomaba ese café con lágrimas, le recordé a mi amiga que su motivación original para escribir el estudio era la obediencia a Dios. Él había puesto ese deseo en su corazón (Salmo 37:4), y la única opinión sobre esta situación que ella necesitaba era la Suya, punto.

El obstáculo fue temporal. Tras conectarse con el Señor, mi amiga pronto recuperó su confianza y comenzó a hacer lo que Dios había puesto en su corazón.

Las opiniones… A veces ayudan; otras veces, no tanto.

En ocasiones, somos nosotros quienes recibimos comentarios hirientes sin pedirlos, pero otras, (qué vergüenza), somos quienes empuñamos la espada del negativismo. En cualquier caso, Dios nos brinda sabiduría mediante Su Palabra para ayudarnos a enfrentar las opiniones (Proverbios 29:25).

La historia de Job proporciona una lección sobre el impacto negativo de las opiniones equivocadas. Job había soportado grandes pérdidas y tristezas. Al principio, sus amigos le ofrecieron consuelo. No obstante, con el tiempo, cada uno comenzó a dar su parecer sobre por qué Job sufría.

Fue entonces cuando las cosas tomaron un giro hiriente y dañino, tanto que el Señor intervino y reprendió personalmente la falta de delicadeza de los amigos de Job (Job 42:7–10).

Entonces, ¿qué debemos hacer con las opiniones? Un buen principio general es recurrir al Señor primero, siempre y para todos los asuntos (1 Crónicas 16:10–11; Proverbios 8:17; Salmos 119:10).

Entender la posición de Dios sobre un tema trae discernimiento y nos ayuda a recibir las opiniones con gracia y sabiduría. No podemos impedir que las personas digan lo que piensan, pero sí podemos decidir si dejamos que sus palabras nos impidan obedecer al Señor. A veces, hay que dejarlas entrar por un oído y salir por el otro, como dice el refrán.

Del mismo modo, cuando nos sentimos obligados a dar nuestra opinión sobre algo, debemos detenernos y preguntarle al Señor si nuestra opinión es necesaria. Al hablar, necesitamos que el Espíritu Santo guíe nuestras palabras para edificar en lugar de desanimar. Incluso Jesús dijo solo lo que el Padre le dio a decir (Juan 12:49).

Efesios 4:29 dice: “No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan” (NTV). Poner la Palabra de Dios en nuestros corazones ayudará a que lo que salga de nuestras bocas sea más alentador y cristiano (Salmo 119:11; Lucas 6:45).

El Señor no nos dice que ignoremos por completo a los demás y sus opiniones. Al contrario, el sabio rey Salomón dijo: “Escucha el consejo, acepta la corrección y llegarás a ser sabio” (Proverbios 19:20 NVI).

Necesitamos en nuestras vidas personas que nos digan la verdad, incluso cuando no queramos escucharla. Pedir opiniones de quienes no tienen sabiduría y solo nos dicen lo que queremos escuchar es tonto y peligroso. (Ver el relato de Roboán en 1 Reyes 12:1–15.)

Las opiniones nunca son en vano si dejamos que nos acerquen más a Jesús para buscar Su rostro con más fervor, como hizo mi amiga. Dios nos mostrará el camino si filtramos todas las opiniones (las agradables y las desagradables), a través de Él.

 

CHRISTINA KIMBREL es la gerente de producción de VL. Tras pasar por la cárcel, ahora lleva esperanza a quienes están cautivos de sus circunstancias presentes y pasadas compartiendo el mensaje de sanación que encontró en Jesús.